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El Papa Francisco denunció la tentación del progreso tecnológico 

El papa Francisco escuchó a tres víctimas del terremoto de magnitud 9 que luego generó el tsunami posterior y el accidente en la central nuclear de Fukushima en marzo de 2011, causando 18.000 muertes. Lo hizo en “Bellesalle Hanzomon”, uno de los centros de convenciones más importantes de Tokio.

Nuestra era siente la tentación de hacer del progreso tecnológico la medida del progreso humano. Este ‘paradigma tecnocrático’ de progreso y desarrollo modela la vida de las personas y el funcionamiento de la sociedad y, a menudo, conduce a un reduccionismo que afecta a todos los ámbitos de nuestras sociedades”, dijo el Papa. 

La triple catástrofe afectó no sólo a las prefecturas de Iwate, Miyagi y Fukushima, sino a todo el Japón y a sus ciudadanos. Francisco rezó por las víctimas que perdieron la vida, por sus familiares y por los que aún están desaparecidos.

Por tanto, es importante, en momentos como este, hacer una pausa, detenernos y reflexionar sobre quiénes somos y, quizás de manera más crítica, quiénes queremos ser. ¿Qué clase de mundo, qué clase de legado queremos dejar a los que vendrán después de nosotros? 

La sabiduría y la experiencia de los ancianos, unidas al celo y al entusiasmo de los jóvenes, pueden ayudar a forjar una visión diferente, una visión que ayude a mirar con reverencia el don de la vida y la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas en la única, multiétnica y multicultural familia humana”. 

El Pontífice agradeció el esfuerzo de los gobiernos locales, organizaciones y personas que trabajan en la reconstrucción de las áreas donde ocurrieron los desastres y para aliviar la situación de las más de cincuenta mil personas que fueron evacuadas, actualmente en viviendas temporales, sin poder aún regresar a sus hogares.

El Papa afirmó que en el trabajo continuo de recuperación y reconstrucción después del triple desastre, muchas manos deben juntarse y muchos corazones deben unirse como si fueran uno solo. De esta manera, los que han sufrido recibirán apoyo y sabrán que no han sido olvidados.

Al llegar al podio, el papa Francisco saludó a un representante de las víctimas del triple desastre. Luego, después del testimonio de tres de ellos, el Papa pronunció su discurso.

Ante los problemas como las guerras, refugiados, desequilibrios económicos, afirmó: “Urge movilizarnos para ayudar a tomar conciencia de que, si un miembro de nuestra familia sufre, todos sufrimos con él; porque no se alcanza la interconexión si no se cultiva la sabiduría de la pertenencia, única capaz de asumir los problemas y las soluciones de manera global. Nos pertenecemos los unos a los otros”.

El accidente nuclear de Daiichi en Fukushima, además de las preocupaciones científicas o médicas, también urge el inmenso trabajo para restaurar el tejido de la sociedad. Hasta que se restablezcan los lazos sociales en las comunidades locales y las personas tengan de nuevo una vida segura y estable, afirmó el Pontífice, ante esto, es consciente que el accidente de Fukushima no se resolverá por completo.

En este sentido, el Papa hace un nuevo llamado a favor de la protección de la casa común: “Debemos darnos cuenta de que no podemos tomar decisiones puramente egoístas y que tenemos una gran responsabilidad con las generaciones futuras”. 

En ese sentido,  insistió: “se nos pide elegir una forma de vida humilde y austera que dé cuenta de las urgencias que estamos llamados a encarar”. 

Entretanto, mencionó a las 3 víctimas que dieron sus testimonio: Toshiko, Tokuun y Matsuki. Así, reafirmó la necesidad de encontrar un nuevo camino para el futuro, un camino basado en el respeto por cada persona y en el respeto por el mundo natural”.

En este camino, «todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades”. 

Después del encuentro con las víctimas del triple desastre, el Papa se trasladó al Palacio Imperial para la visita privada al emperador Naruhito, sucesivamente, encontró a los jóvenes en la catedral de Santa Maria.

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