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Operación Anthropoid: ¡No quiero morir!

“Debo creer que hay una vida normal esperándonos”. Lo debemos creer todos. La frase que Kubis (Jamie Dornan) dice a Gabcik (Cillian Murphy) en Operación Anthropoid viene como anillo al dedo en nuestros días de queja, consternación, y rabia. Más después del sabor de boca dejado por el Brexit y las recientes elecciones norteamericanas.

Basada en hechos reales, la cinta nos sitúa en la Praga navideña de 1941. Segunda Guerra Mundial. Churchill ha preparado a soldados checos exiliados en Inglaterra para llevar a cabo la Operación Anthropoid. Estampa navideña: nieve, frío, y soldados clandestinos caídos del cielo como ángeles salvadores.

Objetivo de la misión: acabar con la vida de Reinhard Heydrich, el posible sucesor de Hitler. Heydrich es el Carnicero de Praga, la Bestia Rubia. General de las SS, está al mando de las fuerzas nazis en Checoslovaquia, y es el capo máximo después de Hitler y Himmler. Para más información: es el cerebro de la Solución Final, la idea de exterminar a los judíos europeos. Con la ayuda de la resistencia, Kubis y Gabcik ejecutarán el plan meses después. Habrá dudas, detractores y poco éxito inmediato. La represalia será brutal y llevará a 5.000 checos a la tumba.

Película de susurros y silencios, Operación Anthropoid es un thriller sin tensión, monótono, casi un pase de fotografías realistas de lo que pasó. Estamos en Checoslovaquia, pero podríamos estar en una granja de Oxford mientras tomamos te. Sí, hay la típica sub-trama romántica, al fin y al cabo toda cinta bélica la tiene, es un truco compensatorio. Pero parece más cliché que una auténtica apuesta por el amor como solución a nada. Todo es tan crepuscular que ni los actores parecen creerse demasiado el papel. Murphy, uno de los protas, no pasa de hacer de Thomas Shelby (Peaky Blinders) aunque sin vitaminas.

Al final, acabas pensando que todo el anticlímax no es más que un truco de su director, Sean Ellis (Cashback), para mostrar la crudeza de la situación. Y es posible. Filmada sin añadidos y sin muchos cambios, lo que se ve es todo lo que pasó. Es más, la fotografía de caracteres y todo el realismo parece estar pensado para llegar al shock final. Allí es donde estallará el despropósito de la política ideológica, de esa política que busca al otro como enemigo y que construye muros.

La última media hora es de traca. Contiene el brutal asedio a la iglesia de San Cirilo y San Metodio. Siete horas de encarnizamiento nazi; siete horas de resistencia imposible de los paracaidistas checos. No way out. Salida imposible. Ellis no escatima nada para mostrar la brutal venganza alemana, cuyo símbolo es la destrucción de la iglesia. Nada es respetado. La fe, la esperanza vuelta carnaza. La política vuelta poder, convertida en ideología. La realidad no importa. Toda la rabia y frustración interior necesita un chivo expiatorio, a un enemigo.

La cinta de Ellis es adecuadísima para recordar que el ser humano no es un sujeto de obediencia. Tampoco lo es, como quieren algunos, de mero rendimiento. Vivimos en una sociedad agotada, asfixiada. Nos aterra y cansa nuestra vida. Hay en ello quien quiere volver a encontrar enemigos externos para excusar la propia debilidad. Operación Anthropoid es una película contemplativa a ratos que nos dice otra vez que el miedo y el poder absoluto no son maneras humanas de vivir.

El hombre debe denunciar el mal. Pero el hombre no podrá eliminarlo definitivamente. El mal no es Hitler, no es Hillary ni es Trump, no es el marido, no es el vecino. Es mucho más. Muchísimo más. Por eso, la devastación final, la muerte de los jóvenes checos, desgarra, pero también deja un eco de verdad en el corazón. Quizá por ello la cinta acaba siendo una buena historia. Como Kubis, decimos: “No quiero morir”. Sí, hay toda una vida esperándonos.

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