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La montaña santa de la Pascua

Por Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro

La Iglesia nos suele hablar con el lenguaje de la Santa Escritura. Refiriéndose a la Cuaresma, nos invita a «seguir los pasos de Cristo» iniciando «un nuevo éxodo a través del desierto cuaresmal» para poder llegar a «la montaña santa» de la Pascua.

La Cuaresma es iniciar un camino siguiendo el itinerario de Cristo para llegar a la montaña santa de la Pascua. Es un «subir con Jesús a Jerusalén para padecer su pasión y así entrar en su gloria», como anunciaron los profetas. Es un camino de subida, estrecho, con tentaciones y peligros, hasta Jerusalén. Se trata de una ascensión desde la Galilea terrena hacia la Jerusalén celestial. La iglesia nos señala los puntos clave de este «caminar de altura en altura hasta ver a Dios en Sion».

1er domingo: El «Monte de la tentación»

Allí Jesús superó al Tentador, rechazando la demagogia populachera, el poder opresor y la manipulación religiosa, para conseguir éxito en la vida. Intentos vanos todos ellos de suplir a Dios, sin haber escuchado primero su voluntad. El hombre comparte el pan, pero es Dios quien lo da.

Es la tentación del liberalismo intransigente que quiere arreglar el mundo sin Dios y, si acaso existe, al menos que no estorbe con sus leyes y mandamientos.

2do domingo: El «Monte de la transfiguración», el Tabor

Jesús demuestra a los discípulos que su muerte no es un accidente, ni una derrota, sino un proyecto sabio de Dios, que culminará con su resurrección. Los discípulos querían un reino terrenal y Jesús les ofrece un reino celestial que, pasando por la cruz, llega a la luz.

Tentación en que sucumben los que buscan un Cristo sin cruz, sin Iglesia, sin sacrificio, sin mandamientos y sin ley.

3er domingo: En los «Montes de Samaría»

Junto al pozo que Jacob dio a sus hijos, Jesús encuentra a una mujer de Samaría, llena de supersticiones y pecados, pero sedienta de verdad. A cambio del agua del pozo, Jesús le ofrece el «agua viva que salta hasta la vida eterna».

Esa fuente brotará de su costado abierto en la cruz, y con ella lavará sus pecados y se convertirá en su apóstol y misionera. Ella es imagen de la Iglesia que recoge a los pecadores y los transforma en hijos de Dios.

4to domingo: En las «cercanías montañosas de la ciudad santa»

Jesús rehace a esa piltrafa humana, el ciego de nacimiento, con el barro creador y el agua del Enviado de Dios. Redención es recreación, recobrar la identidad y la dignidad original.

Ésta se obtiene mediante la fe en Jesús, que da luz al hombre ciego, para que pueda contemplar la gloria de Dios. Toda una historia personal, para quien quiera ver.

5to domingo: La «Montaña de Betania», casa de Lázaro, el amigo de Jesús

Con tres días de muerto ya huele mal. Jesús frente a la muerte nos hace sentir la profundidad y sinceridad de su amistad, porque a Dios «no le gusta que mueran sus amigos». Porque la muerte es su enemigo. Y el nuestro. Con sus lágrimas acompañó su grito al amigo maloliente: «¡Lázaro, sal fuera!». Con este grito de vida sentenció su destino. Dar la vida al amigo costó a Jesús ser condenado a muerte por sus enemigos. Lo mismo que en la cruz.

Domingo de Ramos: El «Monte Sion»

La Jerusalén terrena que, coronada ahora por la cruz del Crucificado y del Resucitado, se ha convertido en imagen y figura de la Jerusalén celestial, término de nuestro humano peregrinar.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 8 de marzo de 2020 No.1286

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