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América Latina: pobreza alimentaria y desperdicio de alimentos

Aprovechando la Jornada Mundial de la Alimentación (16 de octubre) el Papa Francisco ha querido hacerse presente mediante una carta dirigida a Qu Dongyu, Director General de la FAO en la que instó al organismo “a no olvidar que hay quienes todavía se alimentan de una manera poco saludable”.

Y quedó muy claro este desequilibrio alimenticio pues mientras en el mundo existen 820 millones de personas con hambre, 700 millones más tienen sobrepeso. Mientras unos comen “poco y mal”, dijo el Pontífice, otros se alimentan con hábitos inadecuados.

En su carta, Francisco denunció lo “cruel, injusto y paradójico” que es saber que hoy en día hay alimentos para todos y, sin embargo, “no todos tengan acceso a ellos”. El Papa agregó que existan regiones del mundo en las que la comida “se desperdicia”, “se desecha”, “se consume en exceso” o “se dedican alimentos a otros fines que no son alimenticios”.

Desperdicio en la pobreza

Y una de esa regiones donde hay millones de hambrientos y mucho desperdicio es la de América Latina y el Caribe. En esta región, según la FAO, se pierde o desperdicia 20 por ciento de la cantidad global de alimentos que se pierden en el mundo a lo largo de toda la cadena de valor.

En el último informe “Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2019”, se deja constancia que el hambre está aumentando lentamente en América Latina y el Caribe.

En 2018, aproximadamente 17 por ciento de la población en el mundo sufría inseguridad alimentaria moderada y, por su parte, en América Latina esa tasa es de 22 por ciento de la población de la región. Según la FAO en la región hay 42.5 millones de personas subalimentadas y el sobrepeso y la obesidad afecta a 140 millones de seres humanos.

Pérdidas considerables

Siguiendo con los comparativos, una región como América Latina y el Caribe, que apenas alberga a 9 por ciento del total de la población mundial, resulta ser la tercera región en el “ranking” de pérdida de comida en la cadena de valor (desde el productor hasta el minorista).

Las otras dos zonas que lideran este triste renglón son la zona de Asia meridional y central y el área de América septentrional y Europa. Pero no nada más el desperdicio golpea la mala alimentación: también tiene un triple impacto en la huella de carbono, en el agua y en la tierra.

Quizá la más importante sea la huella de carbono de los alimentos (la cantidad total de gases de efecto invernadero que se emiten a lo largo del ciclo de vida de los alimentos, expresado en dióxido de carbono). En este rubro, América Latina y el Caribe es responsable de 16 por ciento de la huella de carbono mundial debida a las pérdidas de alimentos.

Las causas principales y una solución

En el documento titulado “Estado mundial de la Alimentación y la Agricultura 2019”, la FAO indica que las causas principales de pérdidas incluyen cosechar en el momento inadecuado, las malas condiciones climáticas, las prácticas erróneas en la cosecha y su manejo, y los desafíos que suponen la comercialización de los productos.

También influyen las condiciones de almacenamiento inadecuadas, así como decisiones inapropiadas tomadas en las primeras etapas de la cadena de suministro, decisiones que generan pérdidas significativas y una vida útil más corta a algunos productos.

El Papa Francisco, en su carta a Qu Dongyu, dejó dicho a las claras cuál es la única solución a este tema: “Cuando se ponga a la persona humana en el lugar que le corresponde, entonces las operaciones de ayuda humanitaria y los programas destinados al desarrollo tendrán una mayor incidencia y darán los resultados esperados”. Antes no.

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