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“¿Lutero? Puso la Biblia en manos del pueblo”

«Una sola palabra: acercarme. Mi esperanza y mi expectativa es la de acercarme más a mis hermanos y a mis hermanas. La cercanía hace bien a todos. La distancia, por el contrario, hace que nos enfermemos». Papa Francisco respondió de esta manera a la pregunta sobre lo que espera de su viaje a Suecia, que comienza el próximo lunes 31 de octubre, en ocasión de los 500 años de la Reforma de Lutero. El Pontífice fue entrevistado por el padre Ulf Jonsson, director de la revista de los jesuitas suecos «Signum»; el texto de la entrevista fue difundido por «La Civiltà Cattolica». Jorge Mario Bergoglio también habló sobre Lutero, autor del «gran paso» de «poner la Palabra de Dios en manos del pueblo».

Papa Bergoglio recordó la primera vez que entró a una iglesia luterana en Argentina, en la Calle Esmeralda de Buenos Aires, cuando tenía 17 años. También citó su encuentro con un profesor de la Facultad de Teología Luterana. En ese momento el padre Bergoglio era profesor de Teología Espiritual en el Colegio San Miguel. «Recuerdo que ese era un momento verdaderamente difícil para mi alma. Yo tuve mucha confianza en él y le abrí mi corazón. Él me ayudó mucho en aquel momento».

Respondiendo sobre las cosas que podría aprender la Iglesia católica de la tradición luterana, el Papa dijo: «Me vienen a la mente dos palabras: “Reforme” y “Escritura”. Trato de explicarme. La primera es la palabra “reforma”. Al inicio, el de Lutero era un gesto de reforma en un momento difícil para la Iglesia. Lutero quería remediar una situación compleja. Después, este gesto (también debido a situaciones políticas, pensemos en el “cuius regio eius religio”) se convirtió en un “estado” de separación, y no en un “proceso” de reforma de toda la Iglesia, que, por el contrario, es fundamental, porque la Iglesia es “semper reformanda”. La segunda palabra es “Escritura”, la Palabra de Dios. Lutero dio un gran paso para poner la Palabra de Dios en manos del pueblo. Reforma y Escritura son las dos cosas fundamentales que podemos profundizar viendo la tradición luterana. Me vienen a la mente ahora las Congregaciones Generales, antes del Cónclave, y cuán viva y presente fue la petición de una reforma en nuestras discusiones».

Sobre el ecumenismo, el Papa insistió en que además del diálogo teológico se necesitan «la oración común y las obras de misericordia, es decir el trabajo que se hace juntos para ayudar a los enfermos, a los pobres, a los encarcelados. Hacer algo juntos es una forma elevada y eficaz de diálogo. También pienso en la educación. Es importante trabajar juntos y no sectariamente». Francisco insistió también en su «no» al proselitismo: «Un criterio que deberíamos tener muy claro, como sea: hacer proselitismo en el campo eclesial es pecado. Benedicto XVI nos dijo que la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción. El proselitismo es una actitud pecaminosa. Sería como transformar a la Iglesia en una organización. Hablar, rezar, trabajar juntos: este es el camino que debemos recorrer. Mira, en la unidad el que no se equivoca nunca es el enemigo, el demonio. Cuando los cristianos son perseguidos y asesinados, lo son porque son cristianos y no porque son luteranos, calvinistas, anglicanos, católicos u ortodoxos. Existe un ecumenismo de la sangre».

El loco de la masacre de Niza

Sobre el reciente encuentro de Asís, «muy respetuoso y sin sincretismo», el Papa recordó: «Todos juntos hablamos sobre la paz y pedimos la paz. Dijimos juntos palabras fuertes por la paz, que las religiones quieren de verdad. No se puede hacer la guerra en nombre de la religión, de Dios: es una blasfemia, es satánico». Francisco citó la masacre de Niza: «Ese loco que cometió aquella masacre, lo hizo creyendo que lo hacía en nombre de Dios. Pobre hombre, ¡era un desequilibrado! Con caridad podemos decir que era un desequilibrado que trató de usar una justificación en nombre de Dios. Por ello el encuentro de Asís es tan importante».

Y no faltó una alusión al «terrorismo de los chismes». «Cada persona es capaz de volverse un terrorista, usando incluso simplemente la lengua. No hablo de las peleas que se hacen abiertamente, como las guerras. Hablo de un terrorismo furtivo, oculto, que se hace arrojando palabras como “bombas”, y que hace mucho daño. La raíz de este terrorismo está en el pecado original, y es una forma de criminalidad. Es una manera para ganar espacio destruyendo al otro. Se necesita, pues, una profunda conversión del corazón para vencer esta tentación».

Francisco se dijo seguro de que la verdadera apertura a la trascendencia no puede provocar el terrorismo. «Hay idolatrías que se relacionan con la religión: la idolatría del dinero, de las enemistades, del espacio superior al tiempo, de la codicia de la territorialidad y del espacio. Hay una idolatría de la conquista del espacio, del dominio, que ataca a las religiones como un virus maligno. Y la idolatría es una falsa religión, es una religiosidad equivocada. Yo la llamo “una trascendencia inmanente”, es decir una contradicción. En cambio, las religiones verdaderas son el desarrollo de la capacidad que tiene el hombre de trascender hacia lo absoluto. El fenómeno religioso es trascendente y tiene que ver con la verdad, con la belleza, con la bondad y con la unidad. Si no existe esta apertura, no hay trascendencia, no hay verdadera religión, hay idolatría, terrorismo, porque esta apertura siempre va unida a la búsqueda de la verdad, de la belleza, de la bondad, de la unidad».

La mamá degollada frente a sus hijos porque defendió la cruz

A propósito de la situación de los cristianos en el Medio Oriente, Papa Bergoglio afirmó: «Creo que el Señor no dejará a su pueblo abandonado a sí mismo. Cuando leemos las duras pruebas del pueblo de Israel en la Biblia o recordamos las pruebas de los mártires, constatamos que el Señor siempre ha venido a ayudar a su pueblo». En este momento, el Medio Oriente «es tierra de mártires. Podemos, sin duda, hablar de una Siria mártir y martirizada. Quiero citar un recuerdo personal que me quedó en el corazón: en Lesbos me encontré con un papá y dos niños. Él me dijo que estaba muy enamorado de su esposa. Él es musulmán y ella era cristiana. Cuando llegaron los terroristas, quisieron que ella se quitara la cruz, pero ella no quiso y la degollaron frente a su esposo y sus hijos. Y él me seguía diciendo: “Yo la amo mucho, la amo mucho”. Sí, ella es una mártir. Pero el cristiano sabe que hay esperanza. La sangre de los mártires es la semilla de los cristianos: lo sabemos desde siempre».

Para la Iglesia, el desafío es la unión entre ancianos y jóvenes

Papa Bergoglio después respondió a una pregunta sobre las Iglesias de las periferias: «Es cierto que las Iglesias jóvenes tienen un espíritu más fresco y, por otra parte, hay Iglesias envejecidas, Iglesias un poco adormiladas, que parecen estar interesadas solo en conservar su espacio. En las Iglesias de algunos países se ve que falta la frescura. En este sentido, la frescura de las periferias da mayor espacio al Espíritu. Hay que evitar los efectos de un mal envejecimiento de las Iglesias. Hace bien releer el tercer capítulo del profeta Joel, allí en donde dice que los ancianos tendrán sueños y que los jóvenes tendrán visiones. En los sueños de los ancianos existe la posibilidad de que nuestros jóvenes tengan nuevas visiones, de que tengan nuevamente un futuro. En cambio, las Iglesias a veces están encerradas en los programas, en las programaciones. Lo admito: sé que son necesarios, pero me cuesta mucho esfuerzo poner mi esperanza en los organigramas. El Espíritu está listo a empujarnos, a salir adelante. Y el Espíritu se encuentra en la capacidad de soñar y en la capacidad de profetizar. Según yo, este es un desafío para toda la Iglesia. Y la unión entre ancianos y jóvenes, según yo, es el desafío del momento para la Iglesia, un desafío a su capacidad de frescura».

Oración y testimonio contra el ateísmo

A la pregunta «¿qué se pierde una persona que no cree en Dios?», Francisco respondió: «No se trata de perder algo. Se trata de no desarrollar adecuadamente una capacidad de trascendencia. La vía de la trascendencia da sitio a Dios, y en esto también son muy importantes los pequeños pasos, incluso el paso de ser ateo a ser agnóstico. El problema, para mí, es cuando se es cerrado y se considera que la propia vida es perfecta en sí misma, por lo que se convierte en una vida cerrada en sí misma sin necesidad de una trascendencia radical. Pero, para abrir a los demás a la trascendencia no se necesitan tantas palabras o discursos. Se ve cuando alguien vive la trascendencia: es un testimonio vivo. En el almuerzo que tuve en Cracovia con algunos jóvenes, uno de ellos me preguntó: “¿Qué le debo decir a un amigo que no cree en Dios? ¿Cómo le hago para convertirlo?”. Yo le respondí: “Lo último que debes hacer es decirle algo. ¡Actúa! ¡Vive! Y después, frente a tu vida, a tu testimonio, tal vez el otro te pregunte «¿Por qué vives así?»”». Yo estoy convencido de que quien no cree o no busca a Dios tal vez no ha sentido la inquietud de un testimonio. Y esto se relaciona mucho con el bienestar. La inquietud se encuentra difícilmente en el bienestar. Por eso creo que en contra del ateísmo, es decir en contra de la cerrazón a la trascendencia, solo valen verdaderamente la oración y el testimonio».

«Por eso celebro la misa en Suecia a pesar de los problemas organizativos»

Para concluir, el Papa ofrece una indicación a los católicos suecos, esperando «una saludable convivencia, en la que cada uno pueda vivir la propia fe y expresar el propio testimonio viviendo un espíritu abierto y ecuménico», porque «no es posible ser católicos y sectarios. Hay que tender a estar con los demás». «“Católico” y “sectario” son dos palabras en contradicción. Por ello —concluyó Francisco— al inicio no se preveía que celebrara una misa para los católicos en este viaje: quería insistir en un testimonio ecuménico. Después reflexioné bien sobre mi papel de pastor de un rebaño católico que también llegará de los países vecinos, como de Noruega y Dinamarca. Entonces, respondiendo a la ferviente petición de la comunidad católica, decidí celebrar una misa, extendiendo el viaje otro día. De hecho quería que la misa no se celebrara ni el mismo día y ni en el mismo lugar del encuentro ecuménico, para evitar que se confundieran los niveles. El encuentro ecuménico debe mantener su significado profundo según un espíritu de unidad, que es el mío. Esto provocó algunos problemas organizativos, lo sé, porque estaré en Suecia también el día de los Santos, que aquí en Roma es importante. Pero, con tal de evitar malos entendidos, quise que fuera así».

La gracia de la vergüenza

Una de las preguntas de la entrevista fue ¿qué representa Jesús para el Papa?: «Jesús, para mí, es Aquel que me vio con misericordia y me salvó. Mi relación con Él siempre tiene este principio y fundamento. Jesús dio sentido a mi vida aquí en la tierra, y esperanza para la vida futura. Con la misericordia me vio, me tomó, me puso en camino… Y me dio una gracia importante: la gracia de la vergüenza… La vergüenza es positiva: te hace actuar, pero también te hace comprender cuál es tu sitio, quién eres, impidiendo cualquier soberbia o vanagloria».

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