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¿Sabes descansar?

Les decía el Papa Francisco a los sacerdotes:
 
Cuando uno sabe que, muerto de cansancio, puede postrarse en adoración, decir: “basta por hoy, Señor”, y claudicar ante el Padre; uno sabe también que no se hunde sino que se renueva. ‘Le cambia su ceniza en diadema, sus lágrimas en aceite perfumado de alegría, su abatimiento en cánticos’ (Is 61,3).
 
Tengamos bien presente que una clave de la fecundidad sacerdotal está en el modo como descansamos y en cómo sentimos que el Señor trata nuestro cansancio.
 
¡Qué difícil es aprender a descansar! En esto se juega nuestra confianza y nuestro recordar que también somos ovejas y también necesitamos del pastor, que nos ayude”.
 
A veces no sabemos descansar. Lo hacemos mal y seguimos más cansados. No tenemos nuestras propias fuentes. Nos abruman el cansancio y la tristeza. Y luego la vida nos pasa factura. Como no descansamos no logramos descansar a otros porque estamos demasiado cansados.
 
En el cansancio no nos alegramos con la vida. Surge la queja y el dolor. Necesitamos cultivar la alegría por todo lo que conquistamos.
 
Ya nos lo decía el Padre José Kentenich: “No olviden cultivar la alegría por cada pequeña victoria que se obtenga. Quien no sienta alegría de ser noble y bueno, echará mano de alegrías que son malas. Si nuestra actividad no es creativa no tendremos entonces fuerzas para otras cosas[3].
 
Alegría en lo bueno de nuestra vida. Alegría en nuestros pequeños éxitos y logros. Alegría creativa. Aprender a reír y a sonreír. Estar felices con lo que conquistamos, con lo que tenemos, con lo que hemos recibido gratis, con lo que hemos perdido. Y todo con humildad. Sin caer en la vanidad. Alegrándonos de lo que Dios nos regala.
 
Alegría por el camino recorrido y alegría por el camino que nos queda por recorrer. Alegría por la vida que llevamos. Sin pensar tanto en la vida que nos gustaría llevar. Saber que estamos en camino. Poco a poco. Paso a paso.
 
Acoger lo que hay y no dejar nunca de soñar con realizar mi camino de santidad. Siempre podemos llegar más alto. Siempre podemos dar más. Siempre podemos ir más hondo.
 
Son los dos pilares de nuestra vida. Agradecer y soñar. Alegrarnos con lo conquistado y mirar más alto, la siguiente cumbre. Detenernos es retroceder. Lo experimentamos en las cosas más importantes de nuestra vida. Si en el amor no crecemos, decrecemos. Si en nuestra vida religiosa no avanzamos, vamos hacia atrás.
 
Por eso es tan importante agradecer por el camino hecho. Y mantener la tensión para seguir avanzando.

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