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Papa Francisco: Pasar de la espiritualidad del “zapping” al “levántate”

Ante los gritos del que sufre, hay tres respuestas: pasar con indiferencia ante esa persona, acallarla o animarla como hizo Jesús con un ciego llamado Bartimeo. Lo afirmó el Papa Francisco este jueves 9 de julio en su encuentro con los sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas en el Colegio Don Bosco de Santa Cruz (Bolivia).

Respecto a la primera opción, Francisco apuntó a los que pasan de largo “y algunos porque ya no escuchan”, habló de “pasar al lado de los problemas y que estos no nos toquen”.

“Es la tentación de naturalizar el dolor, de acostumbrarse a la injusticia”, dijo, “es el eco que nace en un corazón blindado, cerrado, que ha perdido la capacidad de asombro y por lo tanto, la posibilidad de cambio”.

“¡Cuántos seguidores de Jesús corremos este peligro de perder nuestra capacidad de asombro! Incluso con el Señor ese estupor del primer encuentro como que se va degradando –advirtió-. Eso le puede pasar a cualquiera, le pasó al primer Papa”.

“Podríamos llamarlo la espiritualidad del zapping –afirmó-. Pasa y pasa, pasa y pasa, pero nada queda. Son quienes van atrás de la última novedad, del último best seller pero no logran tener contacto, relacionarse, involucrarse. Incluso con el Señor al que están siguiendo. Porque la sordera avanza”.

El Papa Francisco señaló como “lo más desafiante de la espiritualidad cristiana” la división de la unidad entre escuchar a Dios y escuchar al hermano: “De la misma forma que escuchamos a nuestro Padre es como escuchamos al Pueblo fiel de Dios –señaló-. Si no lo hacemos con los mismos oídos, con la misma capacidad de escuchar, con el mismo corazón, algo se quebró.

Y añadió: “Pasar sin escuchar el dolor de nuestra gente, sin enraizarnos en sus vidas, en su tierra, es como escuchar la Palabra de Dios sin dejar que eche raíces en nuestro interior y sea fecunda. Una planta, una historia sin raíces, es una vida seca”.

¡Callate!

La segunda actitud ante el que sufre que el Papa Francisco identificó es la de decirle: “Callate, no molestes, no disturbes, que estamos haciendo oración comunitaria, que estamos en una espiritualidad de profunda elevación, no molestes”.

En este caso, “sabe que está y reacciona de una forma muy simple: reprendiendo; son los obispos, los curas, los monjas los papas del dedo así”, dijo levantando su dedo índice, “y pobre pueblo fiel de Dios: ¡cuántas veces es retado, por el mal humor o por situación personal de un seguidor o una seguidora de Jesús!”.

En lugar de reprender y mandar callar al pueblo de Dios, pidió Francisco, “dale una caricia, por favor, escuchalo, decile que Jesús lo quiere…”, y añadió que un predicador no puede pedir a una madre que saque a su hijo de la iglesia porque esté llorando.

“Es el drama de la conciencia aislada, de aquellos que piensan que la vida de Jesús es solo para los que se creen aptos; en el fondo hay un profundo desprecio al santo pueblo fiel de Dios”, prosiguió: “han hecho de la identidad una cuestión de superioridad”, “ya no son pastores sino capataces”.

Una divertida anécdota

El momento quizás más divertido del encuentro fue cuando el Papa Francisco explicó una anécdota que hizo reír a muchos de los consagrados que lo escuchaban:

Yo le había hecho una promesa al Señor del Milagro de ir todos los años a Salta en peregrinación para el milagro si mandaba 40 novicios. Mandó 41”, comenzó.

“Y después de una concelebración (porque en todo gran santuario: misa tras misa, confesiones,…), yo salía hablando con un cura que me acompañaba, había venido conmigo, y allá nos encontramos con una señora a la salida con unos santitos, muy sencilla”, prosiguió.

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