Aumento alarmante de los trastornos psiquiátricos en niños y adolescentes
Aumentan las patologías psiquiátricas entre los adolescentes
Los adolescentes de hoy parecen moverse entre polos opuestos: fuertes e inseguros, despreocupados y atormentados, invencibles y vulnerables, apasionados y apáticos, pero si estas pueden considerarse, dentro de ciertos límites, únicamente condiciones esenciales – sobre las que se debe ciertamente reflexionar – lo que realmente preocupa son los datos relativos a las patologías psiquiátricas, en fuerte aumento.
Tomando como referencia a Lombardía, una de las pocas regiones capaz de ofrecer estadísticas actualizadas relativas a la neuropsiquiatría, encontramos que entre el 2008 y el 2016 el número de niños y adolescentes atendidos pasó de los 65 mil a los 114 mil – es decir, del 4% al 7% de la población – mientras que el número de hospitalizaciones por problemas psiquiátricos solo en la ciudad de Milán aumentó del 2011 al 2015 un 21%, de 1170 a 1400.
La mitad de la casuística concierne a casos indicados como “graves”, tanto es que los datos regionales indican que solo en el año 2016, el ingreso en comunidades terapéuticas y educativas en la franja de los 11 a los 17 años creció un 10%. (Ibidem).
Una verdadera “epidemia” psiquiátrica
La proyección de estos números a escala nacional podría llevar a cifras impresionantes, teniendo en cuenta también el hecho que Lombardía, a pesar de la disminución de inversiones y recursos para el sistema de diagnóstico y tratamiento, puede presumir de una situación mucho mejor que la media italiana.
Stefano Benzoni, neuropsiquiatra del Policlínico de Milán y orador en la conferencia de Rimini, ha intentado ofrecer una clave de lectura de esta epidemia psiquiátrica en la que…
“(…) están en aumento sobre todo los casos complejos, es decir, las situaciones de problemas múltiples con más diagnósticos contemporáneamente y con problemas psicosociales. Se trata de casos en que existen patologías psiquiátricas de una cierta gravedad que, en el 40% de los casos, están asociadas a otras patologías, por ejemplo un trastorno de ansiedad junto a un trastorno de déficit de atención (TADH)” (Avvenire).
Los 3 factores principales
Y a menudo se suman a situaciones familiares muy difíciles por problemas económicos o a la separación de los padres, ambos fenómenos en fuerte aumento. En el fondo – en que están presentes el aumento del malestar social, el empobrecimiento de las redes educativas tradicionales y la total fragilidad del sistema familiar – destacan tres grandes factores, a los que aparentemente estamos acostumbrados, que parecen tener un peso específico absolutamente preponderante: la aceleración de los cambios sociales, de los ritmos de vida y de la progresión tecnológica. A propósito de este segundo elemento el neuropsiquiatra afirma:
“Nuestros muchachos viven en familias cada vez más ‘aceleradas’ donde se pasa muchísimo tiempo haciendo muchísimas cosas con un sentido no concluyente y con la sensación de estar desbordados con un aislamiento creciente” (Ibidem).
Lo efectos dañinos de la aceleración tecnológica
El escenario en que los miembros de la familia, cada uno en sus propios “asuntos ocupados”, no invierten más tiempo y energía en el valor más importante: cultivar el vínculo afectivo y alimentarse de él. La aceleración tecnológica es tan rápida que crea no solo brechas entre las generaciones, sino que además entre hermanos que se llevan pocos años de edad.
“Si los niños viven a años luz de distancia de sus papás, la alienación está al acecho. Los padres recurren a instrumentos educativos, en lugar de anticiparlos y presentarlos a sus hijos” (Avvenire).
Esta incomprensión tecnológica corre el riesgo de volverse una incomprensión total que contribuya a generar conflictos, especialmente en el paso de la adolescencia, haciendo que falte un “lenguaje” común en donde encontrarse. Todo esto lleva a la necesidad para los adultos de recibir un desafío no fácil, tan lúcidamente resumido por el director científico de la conferencia:
“Tenemos que tener más valor – como padres, trabajadores, profesores, educadores – para afrontar de manera positiva el conflicto, aunque sea difícil sin caer en el conflicto o evitar problemas ”. (Ibid)
Dos tentaciones, ambas muy peligrosas, cuando está en juego la salud mental de nuestros hijos.
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