Los dos grandes pilares de este santo asombroso
LA SANTA MISA, PORQUE ÉSTA LE DA GLORIA INFINITA A DIOS
Éste es un extracto de una entrevista que hizo al padre Pío uno de sus hijos espirituales acerca del valor incalculable de la Misa:
— Padre, ¿ama el Señor el Sacrificio?
— Sí, porque con él regenera el mundo.
— ¿Cuánta gloria le da la Misa a Dios?
— Una gloria infinita.
— Padre, ¿qué beneficios recibimos al asistir a la Santa Misa?
— No se pueden contar. Los veréis en el Paraíso.
«Cuando asistas a la Santa Misa renueva tu fe y medita en la Víctima que se inmola por ti a la Divina Justicia, para aplacarla y hacerla propicia. No te alejes del altar sin derramar lágrimas de dolor y de amor a Jesús, crucificado por tu salvación».
— ¿Qué tengo que descubrir en su Misa?
— Todo el Calvario.
— Padre, dígame todo lo que sufre usted durante la Santa Misa.
— Sufro todo lo que Jesús sufrió en su Pasión, aunque sin proporción, sólo en cuanto lo puede hacer una creatura humana. Y esto, a pesar de cada una de mis faltas y por su sola bondad.
— ¿En qué momento de la Misa sufre usted más?
— En la Consagración y en la Comunión.
— Padre, ¿por qué llora usted casi siempre cuando lee el Evangelio en la Misa?
— Nos parece que no tiene importancia el que un Dios le hable a sus creaturas y que ellas lo contradigan y que continuamente lo ofendan con su ingratitud e incredulidad.
— Padre, ¿por qué sufre tanto en la Consagración?
—Porque en ese momento se produce realmente una nueva y admirable destrucción y creación.
— En el altar, ¿está usted clavado en la Cruz como Jesús en el Calvario?
— ¿Y aún me lo preguntas?
— Padre, durante la Misa, ¿dice usted las siete palabras que Jesús dijo en la Cruz?
— Sí, indignamente, pero también yo las digo.
— Y ¿a quién le dice: «Mujer, he aquí a tu hijo»?
— Se lo digo a Ella: He aquí a los hijos de tu Hijo.
— ¿Sufre usted la sed y el abandono de Jesús?
— Sí.
— ¿En qué momento?
— Después de la Consagración hasta la Comunión.
— Los ángeles del Señor ¿lo reconfortan en el altar en el que se inmola usted?
— Pues… no lo siento.
— Si el consuelo no llega hasta su alma durante el Santo Sacrificio y usted sufre, como Jesús, el abandono total, nuestra presencia no sirve de nada.
— La utilidad es para vosotros. ¿Acaso fue inútil la presencia de la Virgen Dolorosa, de san Juan y de las piadosas mujeres a los pies de Jesús agonizante?
— ¿Qué hace Jesús en la Comunión?
— Se deleita en su creatura.
— ¿Sufre usted también en la Comunión?
— Es el punto culminante.
— ¿Muere usted en la Santa Misa?
— Místicamente, en la Sagrada Comunión.
— ¿Es por exceso de amor o de dolor?
— Por ambas cosas, pero más por amor.
— ¿Asiste la Santísima Virgen a su Misa?
— ¿Crees que la Mamá no se interesa por su Hijo?
— ¿Y los ángeles?
— En multitudes.
— ¿Qué hacen?
— Adoran y aman.
EL ROSARIO CONSTANTE, PUES UNO NO BASTA
Desde muy pequeño san Pío de Pietrelcina experimentó un amor muy grande por la Santísima Virgen María. Y en su casa de Pietrelcina el Rosario era la oración familiar diaria. Pero cuando María Santísima se apareció en Fátima en 1917 como la Virgen del Rosario y recomendó su rezo como oración potente para obtener todo bien y alejar todo mal, el padre Pío hizo del Rosario su oración incesante e incansable.
Decía el santo: «¿Si la Virgen Santa siempre lo ha recomendado calurosamente donde quiera que ha aparecido, no les parece que deba ser por un motivo especial?».
Entre más crecía por el mundo el número de sus hijos espirituales, más aumentaba el numero de rosarios que rezaba a diario, con los que alcanzaba del Inmaculado Corazón de María el alejamiento de los males y obtenía las gracias y milagros para sus hijos. Llegó a rezar tantos por día que se convirtió, como algunos han dicho, en «el hombre hecho Rosario».
Alguna vez dijo: «Quisiera que los días tuvieran 48 horas para poder redoblar los Rosarios». No se sabe hasta cuántos llegó a rezar en un solo día, pero sí se sabe cuál era el mínimo, pues escribió en su diario en 1929 este compromiso: «Diariamente no menos de cinco rosarios completos».
Fray Carmelo de Sessano, que fue su superior en San Giovanni Rotondo desde 1953 a 1959, escribió este testimonio el 6 febrero 1954: «Hace unos pocos minutos (apenas habían pasado las 21 horas) he marchado con otros dos religiosos a dar las ‘Buenas noches’ al Padre. Lo hemos encontrado casi preparado para acostarse… . El Padre ha dicho: ‘Debo decir otros dos Rosarios, dos y medio, y me acuesto’. Y yo: ‘Padre, por favor, ¿cuántos Rosarios ha dicho hoy?’. Y él: ‘A mi superior tengo que decirle la verdad: he dicho treinta y cuatro’».
Su hija espiritual Cleonice Morcaldi escribió: «Una vez, en el confesonario, le pregunté cuántos Rosarios rezaba al día. Me respondió: ‘Cuando he terminado mis 180 Rosarios, entonces descanso’. ‘¿Y cómo hace para rezar tantos?’. ‘¡Y cómo haces tú para no rezarlos!’. ‘¿También durante la noche los reza?’. ‘¡Claro que también!’, me respondió».
El padre Pío amaba tanto a la Santísima Virgen María, que el 21 de julio de 1913 solicitó a su director espiritual: «Le pido el permiso de abstenerme de la fruta el miércoles en honor de la Virgen».
Y la Madre de Dios respondía constantemente a este amor. Cleonice Morcaldi un día le preguntó a san Pío de Pietrelcina : «Padre, ¿la Virgen viene uno que otro día a su celda?», a lo que el capuchino de los estigmas le respondió: «Mejor dime si algún día no viene…».
TEMA DE LA SEMANA: PADRE PÍO: EL MISTERIO DE LA SANTIDAD
Publicado en la edición impresa de El Observador del 17 de febrero de 2019 No.1232
Envíe un comentario