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“Las iglesias de Norcia ya no existen”

“Las iglesias de Norcia ya no existen”, dijo el pasado lunes el subprior de los monjes benedictinos de Norcia, parafraseando amargamente el llanto de Raquel en Jeremías 31:15.

“No sabría ni siquiera por dónde empezar a describir la escena de la que fuimos testigos ayer en Norcia”, escribía fray Benedict Nivakoff en la última actualización sobre el terremoto, un día después del gigantesco temblor de 6,6 que sacudió la localidad italiana, destruyendo la basílica de San Benito.

La tradición sostiene que la antigua cripta sobre la cual se construyó la basílica es el lugar de nacimiento de san Benito [de Nursia, nombre latino de la ciudad], fundador del monacato occidental y una de las figuras más influyentes de la civilización y cultura europeas.

“Fue como en esas fotografías de iglesias bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial”, explicaba fray Benedict. “Una imagen de devastación. Todas las iglesias de Norcia están derruidas. Todas y cada una. Los tejados cedieron en todas ellas; ya no existen”.

En su último informe de la situación, los monjes incluyeron una fotografía de la iglesia de Madonna Addolorata [(Nuestra Señora de los Dolores], reducida a escombros.

En el pie de foto de un detalle de la fotografía, fray Benedict añadió: “Nótese la inscripción, aún en pie, que coronaba la puerta con las palabras del Libro de las Lamentaciones: “Missit ignem in ossibus meis” (“Envió un fuego que me caló hasta los huesos”).

Norcia es una pequeña ciudad de la región de Umbría, en los Montes Sibilinos, que acumula entre sus muros un total de 10 iglesias. Dos de las iglesias ahora en ruinas aparecen en las imágenes siguientes: a la izquierda del lector, la iglesia de San Francesco, que tenía un retablo espléndido sobre la Coronación de la Santísima Virgen María; justo delante, la iglesia de los Difuntos, una pequeña iglesia consagrada a las almas de los fieles fallecidos.

A continuación puede leer el informe completo de fray Benedict:

No sabría ni siquiera por dónde empezar a describir la escena de la que fuimos testigos ayer en Norcia.

Fue como en esas fotografías de iglesias bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial. Me trajo a la memoria todos esos monasterios en ruinas que se pueden ver al atravesar la campiña inglesa. Una imagen de devastación. Todas las iglesias de Norcia están derruidas. Todas y cada una. Los tejados cedieron en todas ellas; ya no existen. Lo que permanece identificable son algunas esquinas, alguna fachada, una ventana que deja pasar el sol en dirección contraria. Dentro quedan los “desolados coros en ruinas”, según escribía Shakespeare para describir los monasterios derruidos de su tiempo.

Lo increíble, lo milagroso, es que no haya habido víctimas. Todo el miedo y la preocupación que siguieron a los primeros terremotos ahora parecen una parte providencial del misterioso plan de Dios para despejar la ciudad de todos sus habitantes. Él dedicó dos meses a prepararnos para la total destrucción de la iglesia de nuestro santo patrón, de forma que, cuando por fin sucediera, pudiéramos ser testigos del horror desde un lugar seguro, desde lo alto de la ciudad.

¿Ha pasado todo ya? No lo sabemos. Son misterios que tardaremos años —y no días ni meses— en entender. Observamos y rezamos todos juntos desde la ladera del monte por Norcia y por el mundo. Los sacerdotes bajan a la ciudad a visitar a los enfermos y a los sin techo. Como siempre, les agradecemos mucho sus oraciones.

En el Libro de Jeremías, después de escuchar el lamento de Raquel, se lee: “Así dice el Señor: ‘Reprime tu llanto, las lágrimas de tus ojos, pues tus obras tendrán su recompensa: tus hijos volverán del país enemigo’ —afirma el Señor —” (31:16).

Que el Señor recompense el trabajo y la oración de los monjes de Norcia en el comienzo de la reconstrucción.

Los lectores pueden descubrir más sobre los monjes de Norcia y sus esfuerzos de reconstrucción en este hermoso peregrinaje fotográfico.

Si quieren ayudar en el proceso de reconstrucción, pueden hacer donaciones a los monjes haciendo clic aquí.

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