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Caminar cura las penas

No debería sorprender el hecho de que las cosas más sencillas sean las que, en efecto, terminen siendo más efectivas, quizá precisamente por su sencillez.

Si bien más de una canción dice que las penas se quitan bailando, lo cierto es que aquellos que tienen dos pies izquierdos también pueden sacudírselas sin necesidad de, además, sacudir el esqueleto: cada vez más neurólogos recetan al menos una hora de paseo diario, caminando, preferiblemente en un entorno natural.

De acuerdo a este artículo publicado en MejorConSalud, el doctor José Ángel Obeso, director del Centro Integral de Neurociencias de Madrid, ha visto cómo el recetar esa hora de caminata diaria tiene efectos terapéuticos inmediatos en pacientes que atraviesan procesos de depresión.

Como la depresión afecta procesos cognitivos básicos (memoria, capacidad de comprensión, creatividad y otros), el caminar una hora diaria ha permitido a estos pacientes recuperar sus capacidades intelectuales paulatinamente, haciéndolos a la vez más creativos y facilitando sus procesos de aprendizaje y retención.

De hecho, es recomendable que los estudiantes, por muy ocupados que se encuentren, también adopten como propia la rutina de caminar a diario.

La clave, aparentemente, está en el hecho de que la “rutinización” de la vida diaria (estudio, trabajo, TV y dormir, digamos), no sólo fomenta el desánimo sino que puede ser el catalizador de estados depresivos acumulativos, haciendo que nuestra mente funcione de maneras más lentas (porque no tiene prácticamente nada nuevo que aprender).

Una caminata de una hora expone a quien camina a una serie de estímulos siempre nuevos (el canto de un pájaro, alguna curiosidad con la que se tope en un parque, algún músico ambulante, un vendedor de garrapiñados) pero, además, al caminar “el cerebro no tiene que preocuparse de nada”, permitiendo así la liberación del potencial creativo de la persona que camina.

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