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“Citius, Altius, Fortius” Bolt

“Citius, altius, fortius”: más rápido, más alto, más fuerte. El lema olímpico se encarna cada tanto en algunos personajes que se convierten en iconos de los tiempos, no tanto por dones o virtudes dadas de nacimiento, sino por lo que han hecho con lo que les viene dado.

Usain Bolt, que acaba de ganar por tercera vez el oro olímpico en los 200 metros, bien podría ser rebautizado “Citius, Altius, Fortius”.  Bolt es un claro ejemplo de esto.

Nació el 31 de agosto de 1986, plena temporada olímpica, ya grande: 4,3 kg. De niño seguía los pasos de su padre y abuelo, hombre de 1.95 metros, e ilusionaba a todos sus profesores por tener entre manos a un futuro gran atleta.

Nacido para correr en la isla donde todos son atletas, su talento natural se fue chocando, pese al inigualable entrenamiento velocista de los jamaiquinos, con tiempos que no terminaban de cerrar con su aparente potencial de músculos contenidos en su 1.96 metro de altura, y muchos dolores. Más duro entrenaba, más sufría Bolt.

Tras un rotundo fracaso en Atenas 2004, al que asistió con apenas 18 años, estuvo cerca de abandonar todo. Pero lo tomó el gran entrenador Glen Mills, y con un médico alemán, el histórico deportólogo del Bayern Munich Hans-Wilhelm Müller-Wohlfahrt, advirtieron el origen de los dolores y la barrera que frenaba al indomable Bolt.

Usain sufría escoliosis, desviación de la columna, y para colmo, tenía la pierna derecha un centímetro y medio más corta que la izquierda.

Lejos de desanimarse ante el diagnóstico, había que proteger el cuerpo de los dolores propios de la escoliosis y dominar el equilibrio de los pasos para que la desnivelación no lo afectara.

Con ejercicios lumbares y abdominales, y con consistencia en el entrenamiento y trabajo, Bolt superó sus problemas que casi lo llevan al retiro, y en el camino, superó todas las marcas mundiales en 100 y 200 metros.

Citius Bolt. Su receta, lo dice siempre, en cada entrevista, en cada diálogo en el que se le interroga cómo hace: “trabajo duro”. Fortius Bolt.

“El trabajo duro y el talento natural son la base del éxito verdadero. Nada más. Y el apoyo que pueda darte tu país durante años y años”, declaró hace unos años en una entrevista al diario chileno La Tercera.

En ese mismo diálogo, confirmó que de joven fue tentado a viajar a Estados Unidos y formarse como atleta allí, pero se negó, inspirando a otros a seguir su camino: “Nada es mejor que crecer en tu propio país y ahora hay mucha gente que ha decidido lo mismo: mantenerse en Kingston y entrenar y entrenar. Cuando hay mucha gente que está a tu lado, tu familia, tus amigos y personas que te ayudan a enfocarte en el deporte… Para mí, nada mejor que eso”.

Bolt le hace bien al atletismo y al deporte. En años salpicados por el dopaje de atletas de todas las geografías -rusos, americanos, y jamaiquinos, que engañan y empañan cualquier tipo de ejemplo de superación-, Usain se ha impuesto con su receta de entrenamiento duro y superación de las adversidades.

Pareciera que Bolt se retirará del olimpismo tras estos juegos de Río. Los 100 y 200 metros llanos, las pruebas magnas, las accesibles a todos y que todos corremos para apurarnos y llegar a tiempo al autobús o al trabajo, nunca serán lo mismo sin este carismático jamaiquino, tan divertido como trabajador.

¿Sabías que Bolt, además, es devoto de la medalla milagrosa?

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