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¿Y si se cantara (la gloria de Dios)? Los cantos carismáticos

Ritmos pegadizos, fervor inspirado, manos alzadas hacia el cielo… Escuchas testimonios de conversión que han experimentado el canto en lenguas (o glosolalia, es decir, el hecho de cantar con palabras ininteligibles inspiradas por el Espíritu Santo) o que hablan en imágenes del amor de Dios.

Sin duda, te encuentras en un grupo de oración carismática. En Francia, en los círculos católicos se les conocen como “chacha” [de charismatique]. Eso sí, si miramos más allá de los clichés, encontramos que este movimiento carismático ha hecho una profunda labor de renovación en el canto y en la oración de la Iglesia.

Desde la década de los 70 en Francia, las “nuevas comunidades” surgidas de la Renovación carismática contribuyeron a la renovación del repertorio de la Iglesia católica. Chemin Neuf, Emmanuel, Verbe de Vie, Béatitudes…

Estas comunidades tienen en su haber cientos de canciones, muchas de las cuales se han convertido en verdaderos hits en las parroquias.

La Renovación carismática hizo su aparición en la Iglesia católica en 1967 de la mano de un grupo de estudiantes y profesores de la Universidad Duquesne en Pittsburgh (Pensilvania) que querían revivir la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.

Pasaron por una auténtica “efusión del Espíritu Santo”, también llamada “nuevo Pentecostés”. La Renovación carismática se extendió a lo largo y ancho de Estados Unidos y por todo el mundo.

“La efusión del Espíritu Santo es una experiencia transformadora del amor de Dios Padre derramado en el corazón de una persona a través del Espíritu Santo, que esta misma persona ha recibido a través de un abandono de sí misma al señorío de Jesucristo. La persona revive la gracia del bautismo y de la confirmación, profundiza en la comunión con Dios y con los demás fieles de Cristo, ilumina el fervor evangélico y dota a la persona del carisma necesario para el servicio y la misión” (documento de la Comisión doctrinal de los Servicios de la Renovación Carismática Católica Internacional, ICCRS, publicado en 2012).

La renovación musical era un fruto esencial de esta experiencia de Pentecostés.

“Desde los comienzos de la Comunidad de Emmanuel ya existía esta experiencia de alabanza”, explica Guillemette Pradère, hermana consagrada de la comunidad y antigua responsable de la liturgia (2000-2003).

“A la vuelta de un viaje a Estados Unidos en 1976, los fundadores de la comunidad, impresionados por la fuerza de la alabanza carismática, tradujeron los cantos estadounidenses y comenzaron rápidamente con las composiciones”.

Para Alexis Fleury, compositor de la Comunidad de Emmanuel, las características principales de los cantos que se componen son: “el gusto por la palabra de Dios, una inspiración que viene de nuestros hermanos protestantes”, “melodías simples y participativas, de las que la congregación puede apropiarse”, y “una dimensión misionera”.

Estas características contrastan con los cantos que estábamos acostumbrados a escuchar en los años 70, más centrados en el ser humano y sus dudas vitales.

“La experiencia de Cristo vivo resucitado entre nosotros, que nos habla a través de la letra, es una experiencia reafirmante de la presencia de Dios que se traduce con la alabanza, la proclamación, la aclamación a Dios, a diferencia de los cantos que solían plantear más preguntas”, indica Guillemette Pradère.

Por tanto, la composición de los cantos se produce en la oración, en la escucha de la palabra de Dios y en la atención a los movimientos del Espíritu Santo. “De ahí la importancia del discernimiento colectivo”, añade la hermana consagrada, con el fin de saber si una palabra es recibida o no realmente de Dios.

Para los carismáticos, la composición no es una labor de especialista, así que el reverso de la moneda a veces es una cierta falta de rigor en la composición armónica. A esta cuestión, Guillemette responde de forma simple:

“En un principio, estas canciones estaban pensadas para ser cantadas en grupos de oración, a la guitarra, y no para ser interpretadas en catedrales. No teníamos una política de conquista. Los cantos han conmovido a la gente. Aunque no sea algo perfecto, sí hay algo que transporta a la oración. Tratamos de mejorar, tanto en la escritura de las letras como en la música o en la armonía. Hemos aprendido las reglas. Pero hay diferentes estilos de escritura y el nuestro no se ajusta necesariamente a los cánones de la música clásica”.

“Cada comunidad tiene un tipo de llamada particular y, por eso, sus creaciones son en función de ese tipo de llamada”, subraya Sylvie Tribouillet, miembro de la Comunidad del Camino Nuevo y autora de numerosos cantos.

En esta comunidad católica de vocación ecuménica, las canciones están muy inspiradas por la alabanza pop evangélica, “praise and worship” (alabanza y adoración), donde destaca Hillsong, una Iglesia evangélica fundada en Australia.

También encontramos melodías africanas o criollas, como la letanía de los santos congoleños, “canciones que mueven”, como dice una joven habitual de las veladas de oración en Camino Nuevo, pero también hay cantos meditativos.

Por su parte, los cantos de la Comunidad de Emmanuel están más extendidos en las parroquias. “La dimensión litúrgica es más importantes para nosotros”, señala Guillemette Pradère. “Hemos recibido una gran influencia de la obra litúrgica de André Gouzes y de Taizé”.

Muchas obras regulares de nuestras misas han sido compuestas por la comunidad (la misa de San Bonifacio, por ejemplo), además de cantos para la comunión y el ofertorio.

Pero cuidado con la sectorización entre sensibilidades, previene Sylvie Tribouillet. “Si no hay puentes, es muy peligroso. La unidad tiene un precio. Es fruto del esfuerzo. Hay muchas moradas en la casa del Padre. Si hubiera un único embudo por el cual todos debieran pasar, Jesús nos lo habría dicho”. ¡Buen uso sutil de la dialéctica!

Cantos meditativos, alabanza, cantos litúrgicos, cantos para grupos de oración, alabanza pop… Los estilos carismáticos son variados.

El punto en común de estos cantos se encuentra en la forma de componer: en comunidad, inspirados en la oración, alimentados por la Palabra de Dios y el Espíritu Santo.

Este podría ser el secreto de unos cantos que combinan una gran libertad en la escritura y un gran fervor en la interpretación.

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