¿Qué son los carismas y para qué sirven?
Estamos hablando de dones espirituales, no del don natural que tienen muchas personas con carisma para determinadas actividades humanas.
Los cristianos, con frecuencia, no somos conscientes de todo lo que recibimos constante y gratuitamente de Dios. Por ejemplo, en el bautismo y otros Sacramentos todos recibimos algo tan excelente como los “Dones del Espíritu Santo”, de forma ordinaria y permanente.
Temor de Dios: que nos hace vivir en su presencia.
Inteligencia: que nos da a conocer su verdad.
Sabiduría: que nos hace ver el sentido de las cosas.
Prudencia: que nos descubre los caminos rectos.
Justicia: que busca la rectitud en todo.
Valentía: para atreverse a hacer las cosas y realizarlas.
Modestia: que hace respetar a Dios y mantener las cosas en su justo lugar.
¿Qué son los carismas?
Pero, además, algunas personas concretas, reciben carismas. La Iglesia, en el Catecismo n. 799 nos dice: “Extraordinarios o sencillos y humildes, los carismas son gracias del Espíritu Santo, que tienen directa o indirectamente una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo”.
Por tanto, los carismas son gracias extraordinarias del Espíritu Santo que permiten actuar en aspectos o circunstancias determinadas.
Los carismas no son requisitos para la salvación personal, no es más santo el que tenga mayores carismas, y no se reciben por el bautismo ni por ningún otro sacramento.
¿Para qué son los carismas?
Dios los concede de forma incomparable dentro de la Iglesia, por los méritos de Cristo, para el bien común, y para la renovación y construcción y utilidad de la Iglesia. En cada carisma el Espíritu revela su presencia con un don que también es un servicio.
El Espíritu Santo los concede a quien él quiere, con lo que lo capacita y dispone para asumir algunas obras y funciones específicas.
En el n. 800 del Catecismo:”…son una maravillosa riqueza de gracia para la vitalidad apostólica y para la santidad de todo el Cuerpo de Cristo. Los carismas constituyen tal riqueza siempre que se trate de dones que provienen verdaderamente del Espíritu Santo y que se ejerzan de modo plenamente conforme a los impulsos auténticos de este mismo Espíritu…”
Son gracias que pueden ser desde transitorias a más o menos constantes. El Espíritu Santo los da y los quita según su beneplácito. Por eso se debe discernir cada expresión de apariencia carismática si provienen de Dios, o no.
Los carismas surgen con formas nuevas y diferentes según las necesidades de la Iglesia.
Es un empeño inútil tratar de hacer un esquema rígido dentro del cual cupiese toda la infinita dinámica del Espíritu.
Ni en el Catecismo de la Iglesia Católica ni en Lumen Gentium del Concilio Vaticano II hay listados exhaustivos de carismas.
San Pablo enumeró una serie de carismas en 1Co 12, 4-12:
“Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo”.
Teniendo en cuenta que no podemos elaborar un listado completo de carismas, si se han realizado esquemas orientativos:
En cualquier caso, la Iglesia, prudentemente establece que “Por esta razón parece siempre necesario el discernimiento de carismas. Ningún carisma dispensa de la referencia y de la sumisión a los pastores de la Iglesia” (n.800 del CIC)
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