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¿Qué hijos dejaremos a este mundo?

Uno de los problemas más candentes de los países democráticos es el futuro laboral y profesional que les espera a los menores escolarizados: infantil, primaria, secundaria. Ahí se consolida la base para el mejor rendimiento en la educación postobligatoria: profesional o universitaria. Importan los resultados académicos, las calificaciones, e importa su talante ciudadano.

Preocupa su preparación científica y su formación humana.  El futuro de cada nación depende de la preparación de estos niños, adolescentes y jóvenes del presente. En esa dirección es fundamental alcanzar desde diferentes perspectivas el éxito escolar.

Toda la literatura científica constata que el fracaso escolar tiene unas consecuencias muy negativas no solo para la economía de un país, su competitividad, sino también para el futuro democrático y cívico del mismo. No es bueno para nadie el abandono en su etapa educativa y enfrentarse al reto laboral con baja cualificación. Y a veces el fracaso y el abandono escolar se convierten en desviación social. O el fracaso escolar se convierte en falta de compromiso y en una sensación de incompetencia que a nadie beneficia.

EDUCATION

Jacob Lund - Shutterstock

Ciudadanos competentes 

El éxito educativo es vital para el progreso de los pueblos. Pero no solo importa el capital humano –la formación en conocimientos de los futuros trabajadores- sino que también importa, y mucho, el capital social, moral y cívico de los mismos.

La instrucción concreta es parte del éxito en la vida profesional de muchos niños, adolescentes y jóvenes. Pero la formación humana y personal es tan importante como la primera.

Todos nos desesperamos ante los banqueros, los políticos y los deportistas, los tenderos, los maestros y lo pequeños empresarios, para poner algunos ejemplos, incompetentes o directamente inmorales. Los resultados los conocemos: productos de baja calidad, salarios abusivos, indolencia, codicia, prevaricación y formas legales pero no morales de pagar pocos impuestos. 

Las empresas –servicios, industria, primer sector- no solo funcionan a partir de los conocimientos de su fuerza laboral, sino también progresan en la capacidad humana de organizarse éticamente para ofrecer el mejor servicio.

Estamos hablando de educación moral como respuesta a las quejas de muchos ciudadanos que dicen que la vida económica y laboral es una selva: contratos basura, precarización laboral, alquileres abusivos, etc.  De nada sirve una empresa con los mejores ingenieros y comerciales si el producto que confeccionan y venden es fraudulento en su calidad y precio. 

“No preguntes qué mundo dejaremos a nuestro hijos, la cuestión es qué hijos dejaremos a este mundo” Leopoldo Abadía

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