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Cuando decidir es una tortura

Tomar decisiones puede suponer un gran desgaste de energía cuando la persona no ha desarrollado un fuerte sentido de seguridad en sí misma. 

Ante este desgaste generado – y el consecuente sufrimiento que trae para la persona, al machacarse por no conseguir tomar decisiones de forma eficaz -, algunos llegan incluso a dejar pasar muchas oportunidades en su vida por no sentirse capaces de elegir entre las diversas opciones.

Este tipo de comportamientos se han visto agravados en los últimos años ante la inmensa oferta de productos, opciones y servicios: todo está al alcance de todos, en todos los formatos y colores.

La autoconfianza se adquiere durante la infancia. Si no has crecido en un entorno de seguridad, es posible que seas desconfiado con las personas que te rodean y que te cueste tomar decisiones.

Durante la etapa infantil, los padres pueden favorecer la autonomía del niño mediante algunas conductas:

  • Permitir al niño elegir aquellas cosas que son acordes a su nivel de aprendizaje. Por ejemplo, algunos niños muy pequeños comienzan a elegir su ropa en función del color o los dibujos que tienen sus prendas. Si los padres han permitido al niño tomar decisiones pequeñas, cuando sea un adulto, estará entrenado para tomar decisiones sin bloquearse.
  • Ayudarle a encajar los errores cometidos a la hora de elegir. Algunas veces, tras realizar una elección, los niños se sienten frustrados porque no alcanzan los objetivos que se habían propuesto. Si los padres reaccionan diciendo “¿Lo ves? Te lo dije. Esto es mejor que lo hagan papá y mamá”, el niño comenzará a gestar dentro de sí la falsa creencia “Los demás eligen mejor que yo”. Frente a esto, es preferible enseñarle a escoger con los criterios apropiados, y animarle a hacerlo una próxima vez.
  • Enseñar al niño a tolerar un cierto nivel de frustración. En muchas ocasiones, las personas no toman decisiones por miedo a equivocarse y sentirse fracasadas. Sin embargo, si desde pequeños se les enseña que las cosas no siempre salen como uno quiere, y se les entrena para frustrarse sin sentir que es el fin del mundo, cuando sean adultos habrán perdido el miedo al error y estarán mejor dispuestos para la toma de decisiones.

Algunos consejos para corregir la indecisión en la etapa adulta

  1. Limita el tiempo que dedicas a las decisiones. Para ello, párate a pensar y examina el nivel de importancia de tu decisión: ¿qué consecuencias tiene esta decisión para mi vida? Si la repercusión es mínima, el tiempo que debes dedicar a tomar esta decisión también debe ser mínimo.
  2. Da un tiempo a tus decisiones para comprobar si fueron acertadas o no. Una vez hayas elegido, olvida las otras opciones que tenías. Apuesta por tu elección hasta que llegue la hora de valorar los resultados obtenidos. Si tras un tiempo prudencial has comprobado que tu elección fue claramente errónea, podrás volver a plantearte otros caminos.
  3. Evita los extremos emocionales. Normalmente no habrá decisiones geniales frente a decisiones catastróficas. Recuerda que, a veces, no hay una opción buena y otra mala. Simplemente son opciones diferentes.
  4. Decide teniendo en cuenta que debes desarrollarte. Hazlo pensando en tu crecimiento y bienestar, más que en tu comodidad. Ante todo, evita la opción que te pueda hacer daño.

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