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¿Qué siente un bebé nada más nacer?

Nacer no es una broma. Durante el parto, el bebé es escupido de las paredes uterinas que caen sobre él y lo empujan a salir a través de la vagina que, en condiciones normales, tiene una circunferencia más pequeña que su cabeza. La vagina afortunadamente es elástica y la cabecita logra superarla y salir.

Nacer no es divertido. El bebé pasa de una temperatura de 37º a 24º, si todo va bien; o a 12º, si nace en Mongolia y estamos en invierno; o directamente a 0º, si es un pequeño esquimal y nace en un iglú.

Luego está el problema del oxígeno. Dentro de la madre, el oxígeno le llegaba a través del cordón umbilical. Ahora, el bebé debe respirar con sus pulmones. Las primeras respiraciones son agotadoras y llenas de dolor.

Y, como si todo esto no bastara, está la gravedad. Ha estado nueve meses flotando y ahora el peso lo empuja hacia abajo.

Todos estos cambios generan en el recién nacido, angustia y ansiedad. Un pico de desesperación que, de repente, en pocos instantes, desaparece.

Lo colocan contra el pecho de su madre y todo cambia. Escucha el corazón que ha estado escuchando 9 meses. Eso le alivia, le tranquiliza, le da paz.

El niño recobra el bienestar y la felicidad que tranquiliza su corazón. Esta felicidad le permite pasar página al parto, aquel proceso que le hizo marcharse del paraíso en el que estuvo durante 9 meses, sumergido en líquido amniótico.

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Cerca de él, un pezón que la madre le ofrece y del que sale, poco a poco unas gotitas. El calostro al principio, leche a continuación. Su boca se abre y siente paz.

La leche materna le llena la boca y aumenta su felicidad y alegría. Aporta anticuerpos, endorfinas. Protege del dolor y de la enfermedad. Es alimento que combate tanto del hambre como la sed. Es cálido y, por lo tanto, protege del frío.

Su composición es absolutamente perfecta y cambia día a día a medida que el niño crece para adaptarse a sus muchas necesidades modificadas.

A la hora de amamantarlo, su mamá, (también aquella que no amamanta) lo toma en brazos. ¡Qué gusto estar en brazos de mamá! Además del sabor de leche y de llenar su barriga, el bebé disfruta del olor de la madre, de su voz, de su rostro, de su pelo en el que se enredan sus deditos. Y el niño se enamora, se enamora de su madre.

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