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Madre de Dios y Madre nuestra

Por Juan Carlos Moreno Romo

Como la desobediencia de Eva precedió a la desobediencia de Adán, la humilde obediencia de María, en la anunciación, precedió a la redentora obediencia de nuestro señor Jesucristo en el monte de olivos.

Las mujeres mexicanas, y las del mundo entero —especialmente en estos días de tan fuerte adicción a las pantallas, a la publicidad y a las modas—, son tentadas en permanencia por una serpiente de millones de cabezas que las intenta envenenar con la engañosa idea de que deben encarnar, no la maternidad, sino la seducción permanente, y ante todo estéril, volviéndose además, en vez de las compañeras, las enemigas del hombre.

María es entonces, ahora mismo, el último baluarte de nuestra patria, y de todas las patrias, en el mundo entero. La joven bella e inmaculada que se apareció, en Lourdes, a una humilde pastorcita. La mestiza embarazada que le salió al paso al indio Juan Diego, en el Tepeyac. La joven madre que se veneraba, y volverá una vez más a ser venerada en su recientemente herida catedral de Nuestra Señora de París. Y, asimismo, la ya madura madre sufriente que los peregrinos de nuestra región van año con año a visitar a Soriano; y que en su advocación de la virgen de la Macarena es venerada, en Sevilla, con tanto y tan intenso cariño…

Todos esos rostros de María nos siguen mostrando el camino de la entrega a la voluntad de Dios.

TEMA DE LA SEMANA: MARÍA EN MÉXICO

Publicado en la edición impresa de El Observador del 5 de mayo de 2019 No.1243

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