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Los padres que admiro

Por Carmen Elena Villa | El pueblo católico |

A pocos días de la celebración del Día del Padre me puse a pensar en aquellos padres a quienes les tengo una especial admiración y respeto.

Todo aquel que asume su paternidad con amor, responsabilidad y entendiendo lo que significa darle un hijo a este mundo ya es de por sí un héroe. Pero dentro de esos héroes creo que hay súper-héroes. He aquí algunos ejemplos.

Admiro a esos padres a quienes desde que su esposa, novia o compañera sentimental le cuenta la noticia de que están en embarazo (porque son ambos) se llenan de alegría (aún si el bebé no fue planeado) y asumen con responsabilidad, compromiso y con mucho amor su nueva condición (para los primerizos) de padres que de seguro les cambiará la vida y los hará amar más.

Admiro a aquellos que sacan tiempo de calidad para sus hijos. Que salen animados de sus trabajos (aunque cansados) porque los espera una tarde (o aunque sea un pedacito de noche) con sus hijos. Que no tienen vergüenza de pedirle a su jefe ausentarse unas horas para ir a la representación del colegio o a la final de inter colegiados de fútbol donde irá orgullosamente a ver a hijo.

Admiro a esos padres que se quieren tanto a sí mismos que entienden que ni un Smartphone, tableta ni  mascota fina pueden remplazarlos. Que saben dar regalos a sus hijos no para llenar un vacío sino como un sencillo acto de amor en el que además enseñan el valor de compartir.

Y hablando de regalos, admiro a los padres que les dan a sus hijos el mejor regalo: ¡Un hermanito! ¡O varios! Que les enseñen lo hermoso (aunque exigente) que resulta crecer acompañados y tener la oportunidad de compartir y jugar juntos.

Admiro a los padres que han pasado por la cruz de la infertilidad, sea de su esposa o la propia y que deciden por medio de la adopción darle un hogar a un hijo a quien en un primer momento le fue negado.

Admiro a ese papá que ama a la mamá de sus hijos. Que la trata con respeto y le es fiel aunque atraviese momentos de tentación y vulnerabilidad. Y si es que tuviera por ahí algún desliz, se pone prontito de pie con el propósito real de no volver a caer y siga haciendo feliz a esa mujer que por amor le ha dado uno o varios hijos.

Admiro a ese padre que entiende que la responsabilidad es de dos. Que se levanta en la noche si su hijo llora o tiene una pesadilla. Que prepara teteros y cambia pañales porque eso también es cosa de hombres.

También son de admirar padres que dialogan abiertamente con sus hijos adolescentes sobre sus expectativas, su futuro y los peligros a los que están expuestos. Sobre cómo se ama de verdad porque ellos así han amado. Que los acompañan con su cariño y guía en un momento fundamental de sus vidas.

Son de admirar en estos tiempos los padres que enseñan a orar a sus hijos. Que les hablan ese otro padre que está en los cielos: Dios y que les transmiten el don de la fe.

Los admiro porque viven de acuerdo con su vocación de padres. Su amor, sacrificio y compromiso marcará la diferencia en una sociedad herida por el individualismo y el desamor. Por eso vale hoy más que nunca decirles ¡Feliz día del padre!

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