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Los músicos de las protestas en Venezuela que asombran al mundo

Members of the National Orchestra System play their instruments during a demonstration in rejection of the recent deaths of young people by security forces -within opposition protests- in Caracas on May 7, 2017. The last death in Venezuela's unrest, of a 22-year-old man, occurred during looting in Valencia, one of Venezuelan cities hardest hit by a worsening economic crisis. Demonstrators blame Maduro for the country's plight and the shortages of food and medicine, and demand elections to remove the leftist president. / AFP PHOTO / JUAN BARRETO

No faltó quien dijera que son ingenuos. No faltó quien dijera que son temerarios. Y probablemente lo son. Pero los jóvenes músicos que se presentan en la cotidiana refriega de las calles de Venezuela, armados solo con sus violines y guitarras, tocando envueltos en una nube lacrimógena, están mostrando al mundo quiénes son los violentos.

Fue sobrecogedor escuchar las notas de un violín, en una de las zonas más convulsionadas de la capital, a veces acalladas por el estruendo de las bombas y los disparos, pero siempre emergiendo del ruido y la asfixia. Eran los acordes del himno nacional que hicieron saltar más de una lágrima. Sonaban intrépidos por encima de la bochornosa hegemonía  militarista que enfrenta  la osada irreverencia de jóvenes idealistas.  Y les está resultando complicado: humillan la prepotencia de los fusiles. En medio de la contienda, un policía soltó a la muchedumbre: “No queremos hacer esto”.

Aquello era de un simbolismo sin igual. A la brutalidad represiva oponían la recia dulzura de unas cuerdas rasgadas con fervor patrio. A la arremetida violenta de las tropas del gobierno respondían con un improvisado y estremecedor concierto desde calles y aceras.

Los muchachos cubren sus rostros con camisas viejas por toda protección contra los mortíferos gases. De los cuellos cuelgan rosarios o medallas de la Virgen. Cada uno resiste. El pertrecho de cada quien es su propia creatividad. Ayer tocó el turno a los músicos. Venezuela es un país muy musical. Somos caribeños y este mar no ruge, suena. La música acompaña cada momento, especialmente si son tristes o trágicos. De acá salen las melancólicas bachatas y los sufridos boleros. Pero también la alegría de los merengues y guarachas. No en balde dicen que “arrullamos a nuestros hijos con el himno nacional”.

Cada uno de esos espontáneos ejecutantes honraba la memoria de tantos ya caídos bajo proyectiles procedentes de armas de la república que no fueron fabricados para matar venezolanos. Casi cuarenta jóvenes muertos en menos de 38 días de protesta. Cada uno de esos músicos llevaba en su corazón el dolor por la muerte del compañero de la Orquesta Sinfónica Juvenil, la misma que asombra al mundo cada vez que se presenta en escenarios internacionales.

Cuando, hace pocos días, despidieron el féretro en el cementerio, toda Venezuela se estremeció: el concierto fue un grito de dolor pero también un canto a la esperanza. Porque cada vez que nuestros muchachos salen a la calle a enfrentar a pecho descubierto la metralla, es como si cada uno se convirtiera en un instrumento que canta nuestro coraje a los cuatro vientos.-

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