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¿Por qué nuestra idea de romance está completamente equivocada?

¿No te fastidia tener algo pegado al parabrisas? Da igual si es una hoja enganchada bajo el limpiaparabrisas o una mancha por la colisión de un insecto, el caso es que una de las cosas que más me fastidian es tener el parabrisas sucio. Me resulta catártico rociar el líquido de limpieza y ver los “limpias” quitar de en medio toda esa fuente de molestia.

Hay una tendencia a valorar de la misma forma un estancamiento en nuestras relaciones amorosas, como molestias que podemos limpiar de un plumazo. Sin embargo, como pasa si vuelves a aparcar bajo el mismo árbol, la suciedad aparece de nuevo… mancha, enjabona, limpia, respira, repite.

En vez de este ciclo repetitivo, propongo que nos zambullamos de cabeza en qué hacer si habéis perdido ese entusiasmo enamorado, esas “mariposas en el estómago”.

En su libro Los cuatro amores, C.S. Lewis habla sobre esta fase, cuando el misterioso compañero de tu vida de romance novelesco se ha convertido en la barriga cervecera de mediana edad con la que te despiertas por la mañana. Lewis dice que el amor romántico, al que llama “eros”, de hecho se supone que debería llevarnos a este punto.

Cuando amamos con un corazón superficial, necesitamos citas elaboradas y sorpresas constantes, pero cuanto más profundiza el amor, más se parece fregar toda la casa mientras tu exhausto cónyuge descansa a leer un soneto junto al alféizar de su ventana bajo una luna llena.

Tenemos que permitir que nuestro amor madure, pero nuestras tendencias sobrerromantizadas pueden convertirse en un enemigo de este amor.

El adicto al romance hará todo lo posible por sentir otra vez cosquilleos en la barriga. La vida diaria, la vida común, no funcionará para los que padecen de romanticismo sin remedio tipo “diario de Noah”. Alimentado por una dieta constante de propaganda hollywoodiense sobre la buena vida, se hundirán bajo interminables montañas de dinero, tiempo y atención en búsqueda de una nueva sensación fuerte.

Nos dejamos llevar por la fantasía como si no estuviéramos arraigados a la realidad. La revista Readers Digest citó un estudio que descubrió que más del 33 % de las personas casadas se planteaban romper con su relación después de ver una película o una serie de televisión románticas.

El mismo estudio mostró que “cerca del 60 % de hombres y mujeres que estaban descontentos con sus relaciones dijeron que aun así estarían felices de pasar la eternidad con sus parejas”. Así que, ansiamos el romance (y lo necesitamos en un matrimonio sano), pero quizás haya algo más que una simple emoción en lo referente al amor.

Cierto, somos una sociedad romántica y aventurera, carpe diem, come, reza, ama y todo eso. Ese gen buscador de emociones fuertes ha tenido un impacto sobre nuestra visión del romance, para peor, pero también para mejor. La vida diaria de una pareja parece graciosa y sosa, pero si empezamos a mirar con perspectiva veremos que hay en marcha una auténtica aventura. Tenemos que abrir más los ojos.

Y esto me lleva a un reciente anuncio de la Super Bowl, que ilustra muy bien las tendencias románticas de la psique estadounidense. En este anuncio de Don Limpio [Mr. Clean en EE.UU.], una mujer imagina a un musculoso Don Limpio imitando a Patrick Swayze en el salón de casa mientras limpia. Resulta que todo el tiempo la fantasía era su marido, rechoncho y dolorosamente normal, limpiando la casa y rompiendo el trance de su mujer preguntando, “¿está bastante limpio?”.

Aquí lo tenemos todo: un contexto cotidiano para una aventura romántica épica. Nos resulta familiar a todos. Cuando le dije a mi esposa que el anuncio de Don Limpio había inspirado parte de este artículo, ella rió encantada y puso de inmediato el vídeo en su teléfono (aunque ya lo habíamos visto un millón de veces), entonando “¡Es que es exactamente así!”.

Así que, ¿qué les digo a los que dicen que han perdido “las mariposas” en su matrimonio? Les digo que apenas han empezado a sentirlas. Hay una profundidad inimaginable en ese amor arraigado a fregar de forma seductora.

No solo estamos limpiando la casa, aseando y dando de comer a los niños, etc.; estamos derrotando dragones, concretamente, nuestras concepciones de mirada estrecha sobre lo que significa estar enamorado y ser feliz.

Irónicamente, cuando están en una aventura en pareja —y no en un romance de argumento barato—, la rosa ocasional, el soneto de amor o las citas elegantes significan muchísimo más.

Hay algo más profundo que crece de nuestro romance siempre cambiante (“eros”). Es la auténtica amistad. El tipo de amistad que hace que los dos quieran recoger unos cuantos juguetes más del suelo, ofrecerse voluntarios para cambiar el próximo pañal o hacer la cama por la mañana mientras el otro o la otra sorbe en paz su café mañanero.

Así que no se preocupen. Sigan amando lo mejor que puedan y sorpréndanse cada vez que el telón se descorra y se percaten de la bendición que es la aventura romántica, cotidiana y aburrida que viven. Según dijo Bilbo Bolsón: “Es muy peligroso, Frodo, cruzar la puerta. Vas hacia el Camino, y si no cuidas tus pies no sabes hacia dónde te arrastrarán”.

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