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“Guerrilla” o un vaticinio del mundo de hoy

La ficción como destellos de pensamientos. Como hablarse a sí mismo. Como reflexión. Como meditación. “Meditar es sacudirse toda prisa”, escribe Salvador Pániker en Diario de otoño. Y así hay que adentrarse en Guerrilla, despacio, a cámara lenta, sin prisa alguna, porque esta miniserie de seis episodios, que acaba de estrenar HBO, lleva al espectador a las calles del Londres de los 70, a una realidad convulsa, trufada de intolerancia, racismo, xenofobia…

Y al transportarlo a esa época, al situar al espectador no ante la historia sino ante la percepción de una ringlera de imágenes violentas, agresivas, dolorosas, éste no puede hacer otra cosa que sentir de cerca la incomodidad reptando por la casa, culebreando por el techo y las paredes, por debajo de la piel, sentir que eso que está viendo, que eso que toca con los ojos, es más que nunca también el mundo de hoy, la neurosis de una época incierta, de inquietantes movimientos geoestratégicos, militares, ideológicos, de liderazgos torpes y fallidos.

Guerrilla es quizá un vaticinio, una profecía infame de la actualidad, una advertencia, una inquietud.

¿Hacia dónde fuimos? ¿Hacia donde vamos? ¿Qué presente queremos? ¿Y qué futuro? En Guerrilla la convivencia entre ciudadanos blancos y negros arde. Echa fuego. El Parlamento está debatiendo las políticas de inmigración que van a aplicarse en el país. Hay protestas. Cargas policiales indiscriminadas y sin piedad contra los manifestantes negros. Contra sus derechos civiles, humanos.

La radicalidad y la intolerancia atraviesan como un cuchillo lo cotidiano. Hay una incapacidad para el más sencillo entendimiento. Para el diálogo. Todo es una muerte lenta del lenguaje, de la palabra, de la razón. Gente normal, que quiere una vida normal, una vida digna, justa, sin asfixia, una vida sin miedo, donde se juzgue no por el color de la piel, ni por el aspecto, sino simplemente por la bondad o la maldad de tus propias acciones.

En el primer capítulo de la miniserie Guerrilla, un nuevo trabajo del director John Ridley, que consiguió en 2014 un Oscar al mejor guión adaptado por 12 años de esclavitud, y que también es el creador de otras series de peso como American Crime, la pareja formada por Jas Mitra y Marcus, protagonizadas por la actriz india Freida Pinto y por Babou Ceesay, respectivamente, deciden plantar cara a la brutalidad extrema que está desplegando en las calles londinenses la ahora conocida división de contraingeligencia británica Black Power Desk, y pasan a la acción, a la lucha armada, que emplean, tras una artimaña, para liberar a lo que ellos entienden como un preso político. A partir de aquí todo es posible. Todo puede ocurrir.

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