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Una basílica menor para Japón

Papa Francisco concedió el título de basílica menor a la Iglesia de Oura, el santuario de Nagasaki que recuerda la memoria de los «cristianos ocultos» que durante más de dos siglos mantuvieron viva y en secreto la fe en Japón, después de la dura persecución que a finales del siglo XVI culminó con el martirio de muchos católicos y con la expulsión de todos los sacerdotes.

El decreto vaticano fue de finales de abril, pero la noticia llegó solo con la ceremonia que la arquidiócesis de Nagasaki celebró por el evento hace algunos días. En el mundo son alrededor de 1700 las basílicas menores; la de Oura es la primera reconocida en Japón, país en el que la comunidad cristiana es muy pequeña: a menudo en las parroquias los fieles son pocas decenas.

Por lo demás, Oura es un lugar fundamental para la historia de la Iglesia japonesa. La de Nagasaki fue, de hecho, la primera iglesia que construyeron los misioneros franceses cuando pudieron volver al país en 1864. Un santuario de madera para recordar a los mártires crucificados en la persecución de 1597 (después se transformó en una iglesia de estilo neo-gótico). A pocos meses de su llegada, el 17 de marzo de 1865, la sorpresa de los misioneros fue enorme cuando se dieron cuenta de que llegaba a la iglesia una delegación de un grupo de comunidades que vivían en las aldeas de los alrededores de Nagasaki. Guiados por una obstetra, querían saber si ellos eran los sucesores de los «bateren», los «padres» que habían sido expulsados siglos antes. Durante todo aquel tiempo, autónomamente, habían mantenido vivo y en secreto el mensaje cristiano que aprendieron con los primeros misioneros.

Este testimonio es una de las páginas de la historia que más quiere Papa Francisco, quien la ha citado varias veces como un modelo. «Habían sobrevivido con la gracia de su Bautismo —comentó, por ejemplo, el 15 de enero de 2014 durante la audiencia general. Este es grande: el pueblo de Dios transmite la fe, bautiza a sus hijos y sigue adelante. Y habían mantenido, en secreto, un fuerte espíritu comunitario, porque el Bautismo los había convertido en un solo cuerpo en Cristo: estaban aislados, escondidos, pero seguían siendo miembros del pueblo de Dios, miembros de la Iglesia».

Ahora, pues, con el reconocimiento de la iglesia de Oura como basílica menos, los cristianos de todo el mundo pueden reconocer que hay un lugar en donde recordar a los cristianos ocultos. «Esta iglesia —comentó el arzobispo de Nagasaki, Mitsuaki Takami, en la celebración en ocasión del reconocimiento— fue escenario de un evento que marcó la transición de un tiempo en el que nuestra fe estaba prohibida hacia otro en el que se volvió libre. Y hoy está llamada a tener un papel central en nuestro futuro».
 

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