Un proceso, ¿para bien o para mal?
Por Fernando PASCUAL |
Cada decisión genera un proceso. Ese proceso, ¿avanza hacia el bien o hacia el mal? ¿Promueve la justicia o genera daños para inocentes?
En cada disyuntiva, la mente contempla las opciones en juego. El corazón también participa, pues no somos solo racionalidad. Pensamos y escogemos con ideas, pasiones, miedos o esperanzas.
Luego, la decisión pone en marcha actos concretos. Una llamada por teléfono, una petición de ayuda, la cita con este médico y no con el otro, un voto en la urna.
Pronto o tarde, las consecuencias se hacen presentes. Lamentamos aquellas que muestran el error de nuestras decisiones. Nos alegramos por las que han iniciado procesos buenos.
La tierra gira, lo queramos o no, según leyes férreas. Las decisiones, en cambio, surgen desde ese gran misterio que es la libertad humana. Las consecuencias dependen en parte de nosotros, pero también de factores quizá imprevisibles.
¿Qué procesos he iniciado hoy? ¿Buscan el triunfo del egoísmo o del amor auténtico? ¿Llevan hacia la verdad o difunden engaños y mentiras?
Entre los procesos de la historia humana, el más decisivo tuvo inicio en el mismo corazón de Dios, y contó también con la aprobación de un ser humano.
En la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo desean rescatar al hombre del proceso del pecado. El Hijo va a encarnarse. Hace falta la aceptación de una Virgen nazarena.
La Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María dio inició al proceso más maravilloso de la historia humana. Desde entonces, la aceptación del mensaje del Mesías, de su Cruz y Resurrección, abre nuevos caminos en millones de corazones.
Ahora, ante mis ojos, veo la posibilidad de acoger el Evangelio. Si lo hago, desde una libertad tocada por la gracia, me uniré al proceso que lleva al bien completo: el que inicia en esta tierra para culminar, tras la muerte, en el cielo eterno.
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