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Reintegrar a los niños soldados en Colombia, un coletazo del conflicto

Los niños en manos de la guerrilla de las FARC forman parte de la otra cara del conflicto entre el gobierno colombiano y el grupo guerrillero. El proceso de paz aún está en etapa de negociación y se espera lograr un acuerdo que convenza a más colombianos.  Pero las secuelas permanecen y continuarán por más tiempo.

Justamente, la reinserción social de los niños soldados formó parte de la agenda de negociación en La Habana entre las partes y en el mes de junio de este año se expresó la voluntad de la salida de filas de las FARC de estos menores.

En ese sentido, por estos días se está desarrollando el IV Congreso de Pedagogía e Infancia en Colombia y una de las participantes es Nira Kaplansky, que dirige el Centro Clínico Mikud e integra el equipo investigador del hospital de Hadassa en Israel. Además, tiene una amplia experiencia trabajando con niños afectados por el conflicto palestino-israelí.

Una de las principales complicaciones con respecto al tema de los niños soldados tiene que ver con el estrés postraumático y es por ello que esta expositora presentó un modelo de intervención denominado Reptil que hace énfasis en el regreso progresivo de los niños a sus familias, una terapia por trauma, incentivos a vivir la infancia y otros apoyos, indica El Espectador de Bogotá en su especial Colombia 2020.

En el caso del estrés postraumático y los niños excombatientes dijo: “Muchos han sido secuestrados y obligados a traumatizar a otros, a matar o recrear conductas violentas en contra de su voluntad para sobrevivir. Esa es la escala de trauma más alta que hay. Es el peor daño posible a la mente de un niño”.

La especialista hizo referencia a los recuerdos y flashbacks como síntomas clásicos de postrauma.

“Puede ser el ruido de un avión que se asocia con un bombardeo o con el simple sonido de una puerta cerrándose. Algunas personas reaccionan con un sobresalto. La reacción no es exagerada. Es un flashback”, afirmó.

Y prosiguió: “Hay otro síntoma: no querer ver nunca más aquello que me hizo daño. Ejemplo: si el que me obligó a ejercer la violencia o me violentó fue un hombre, puede que no me quiera acercar a hombres nunca más. También pasa con lugares u objetos como las armas”.

Y también reflexionó sobre secuelas propias de niños que tienen que atravesar estas situaciones.

“Muchas veces tienen la sensación de que el mundo ya no es un lugar seguro. Como los adultos, quienes supuestamente debían protegerlos, les hicieron daño, cultivan una rebelión hacia la autoridad (…) Es difícil sacar a los niños de las guerrillas, pero más difícil aún es sacar las guerrillas de los niños, de su psiquis”, consideró.

En cuanto al tema educativo de estos niños la especialista también hace algunas observaciones. “Los niños no deberían entrar directamente a las escuelas. Durante un año deberían tener un espacio para adelantarse en lo académico y convivir solo con sus amigos excombatientes”, indicó.

Por último, en cuanto al regreso a sus familias, la especialista hace referencia a la necesidad de las garantías de parte del Gobierno y generar un sistema de defensa ante posibles nuevos conflictos familiares. Según ella, el niño soldado, por venir de otra cultura, requiere un proceso de adaptación que terminará con una decisión final de este menor en cuanto a su regreso definitivo o no con su familia.  

El desafío que se le presenta por delante a la sociedad para tratar la temática de los niños a manos de la guerrilla es arduo y los abordajes para encontrar una solución se hacen más frecuentes, como los que plantea la especialista. La cifra de menores que estuvo a manos de la guerrilla es incierta y en base a informes de la Fiscalía colombiana, entre 1975 y 2014 las FARC habrían reclutado a más de 11.000 menores a través de tres formas: persuasión, fuerza y engaño.

Pero este tema va más allá de la guerrilla colombiana y se transformó en algo que debe solucionar Colombia como país, pues en definitiva estos menores forman parte de su futuro. 

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