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Cuando la espiritualidad inspira – no siempre para bien – al mundo de la moda

La religión cristiana continúa haciendo rimar estética y espiritualidad. De todas las religiones, es la que siempre ha estado más cerca de los artistas y ha utilizado sus talentos para poner en valor la belleza de su teología.

Pero el arte no se limita a los cuadros de las iglesias, ni a los ornamentos ni a otras representaciones estéticas. Puede presentarse bajo muchas otras formas, como demuestra esta invitación de lo religioso a la prestigiosa casa de moda Givenchy para la década de 2010.

Hay que señalar que no han sido las prendas religiosas (casulla, sayal, sotana, alzacuello, velo, etc.) las que han inspirado las creaciones de la casa Givenchy, sino más bien los personajes de la religión católica: Jesús y la Virgen María, y sus símbolos relacionados, como el crucifijo, el rosario y la corona de espinas.

Por tanto, utilizan elementos más dirigidos hacia el sentido y los fundamentos del ser católico. Pero, ¿con más o con menos acierto?

La imagen de un icono desfila sobre el fondo negro de un suéter, el rostro de la Virgen queda impreso hasta en tres ocasiones sobre las ropas de la línea de costura, como un recuerdo de la figura más noble que existe.

Luego encontramos medallas, un crucifijo y un corazón, que se venden en un pequeño paquete negro denominado “La tercera caja negra: el Rosario”. En su interior encontramos un rosario para llevar en torno al cuello, a forma de collar, para hombre.

Y para terminar, la corona de espinas, dorada, brillante, audaz complemento. Aunque es uno de los símbolos del sufrimiento redimido por Cristo, aquí representa victoria, más que drama.

En cuanto a la decoración del desfile, desde 2013 se ha colocado un órgano en medio de la pasarela para la colección primavera-verano, con un marco de madera, majestuoso. Y con su respectivo organista, por supuesto.

Algunos meses antes, el marco había sido instalado en el patio frente a la catedral Saint-Louis des Invalides, la conocida como “iglesia de los soldados”, en París, donde la altura de la cúpula imponía su imagen a través de los vidrios que rodeaban la escena.

La casa de moda también ha utilizado este tema para sus tarjetas de felicitación, en las que se puede reconocer el techo romano de una iglesia, o una decoración con las siluetas de la Virgen con Jesús en brazos y cuyos ojos han sido ocultados para… ¿preservar el anonimato? Al margen de este detalle, la espiritualidad cristiana ha sido respetada en gran parte.

Tal vez este homenaje a los símbolos cristianos se deba a los orígenes italianos de Riccardo Tisci, director artístico desde 2005.

¿Hay que desconfiar de una recuperación de la religión en beneficio de la moda que, además, es carísima? ¿Puede la belleza espiritual llegar a los corazones a través de unas representaciones tan alejadas de su contexto?

No sabríamos decir, pero podemos apostar a que algún que otro modelo, estilista, técnico, maquillador, y también algún espectador, se habrá planteado ciertas preguntas de fe en vista de estos símbolos espirituales. Sería algo, ¿no?

Frente a esta manifestación de belleza, independientemente de si la perspectiva es apropiada, burlona, equivocada, cautivadora o satisfactoria, el teólogo Hans Urs von Balthasar podría comentar: “De aquel cuyo semblante se crispa ante la sola mención de su nombre [el de la belleza]— pues para él la belleza sólo es chuchería exótica del pasado burgués— podemos asegurar que, abierta o tácitamente, ya no es capaz de rezar y, pronto, ni siquiera será capaz de amar”.

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