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“Abrazos, No Muros”: Un esperado encuentro que duró solo tres minutos

Con la certeza de que las fronteras pueden ser abiertas mediante la solidaridad humana, y con el temor de que el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, gane las elecciones del próximo 8 de noviembre, la organización Red Fronteriza por los Derechos Humanos realizó en el Puente Internacional Paso del Norte el pasado fin de semana su segunda jornada de abrazos entre familias separadas.

De nueva cuenta fue la frontera de Ciudad Juárez y El Paso –por donde pasó y estuvo el Papa Francisco en febrero de este año—la testigo del encuentro entre familias que, por cuestiones de deportación de padres o madres indocumentados, han tenido que separarse.  Los divide el Río Bravo, y una política migratoria que la Iglesia católica de Estados Unidos ha calificado una y otra vez como una “política fallida”.

De pronto y solamente por tres minutos, la frontera se abrió y dejó paso a la cercanía de las familias.  Tres minutos para los cuales muchos viajaron horas enteras desde territorio mexicano hacia Ciudad Juárez (Chihuahua) o desde territorio estadounidense hacia El Paso (Texas).  No importaba el tiempo, importaba la posibilidad humana de tocar al ser querido.

Según los organizadores de este encuentro, en esta ocasión hubo el triple de asistentes que el pasado 10 de agosto, cuando se llevó a cabo este primer rompimiento de las tremendas medidas de seguridad que se viven entre ambas poblaciones fronterizas de México y Estados Unidos.   Se calcula que fueron 3,500 personas las que, durante tan solo tres minutos pudieron abrazar a sus familiares, muchos de los cuales no veían hace años.

Gabriela Castañeda, vocera de la Red Fronteriza por los Derechos Humanos dijo a los medios ahí presentes: “Tenemos 300 familias; la vez pasada teníamos nada más 120, entonces el reto es más importante. Del lado de El Paso tenemos unos 1.500 y del lado de Juárez unos 1.800. Hay gente que viene de California, de Pensilvania, de Denver (…), de muchos lugares del interior”.

Según el diario de Los Ángeles La Opinión, “cuando los coordinadores les permitieron encontrarse, los asistentes se aproximaron caminando o corriendo por entre el fango del lecho del río y algunos gritaban, se abrazaban, se tomaban fotografías y lloraban”.  Y daba el ejemplo –uno entre muchos—de Karina Román, de 19 años, quien mencionó que esta acción le permitió abrazar, al menos durante tres minutos, a su hermano y a su tío, a quienes tenía doce años sin poder ver en persona.

El acontecimiento fue autorizado por la Comisión Internacional de Límite de Aguas, en un ardid político para permitir que los familiares y seres queridos pudieran encontrarse en el interior del Río Bravo, con apenas corriente de agua, en la mitad del lecho que se pretende que es “terreno de nadie”.  Por su parte, la vocera de la Red Fronteriza por los Derechos Humanos dijo que el evento responde a una campaña para denunciar que las estrategias de deportación han herido a más de dos millones de familias de Estados Unidos.

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