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Yo, hija de una pareja homosexual, os pido: Despertad

Soy una de los seis hijos adultos de padres homosexuales que recientemente han presentado el amicus brief a la Suprema Corte Estadounidense pidiéndole que respete la autoridad de los ciudadanos de mantener la definición originaria del matrimonio: una unión entre un hombre y una mujer con la exclusión de todas las demás, de manera que los hijos puedan conocer a sus padres biológicos y ser criados por ellos.

Vivo en Canadá, donde el matrimonio homosexual fue autorizado a nivel federal en 2005.

Soy la hija de un padre gay que ha muerto de SIDA. He descrito mi experiencia en el libro Out From Under: The Impact of Homosexual Parenting. Más de 50 hijos adultos criados por padres LGBT se pusieron en contacto conmigo y compartieron mis preocupaciones sobre el matrimonio y la parentalidad homosexual. Muchos de ellos luchan con su propia sexualidad a causa de la influencia del ambiente familiar en que han crecido.

Sentimos gran compasión –no animosidad– por las personas que luchan con la propia sexualidad y la identidad de género, pero cuando hablamos en público de nuestra historia enfrentamos a menudo ostracismo, silencio y amenazas.

Quisiera advertir a los Estados Unidos que espere una grave erosión de la libertad de la Primera Enmienda si la Suprema Corte autoriza el matrimonio homosexual. Las consecuencias que se han verificado en Canadá pueden dar una lección.

En Canadá, la libertad de expresión, de prensa, religiosa y de asociación ha sufrido fuertemente a causa de la presión gubernamental. El debate sobre el matrimonio homosexual que se está llevando a cabo en Estados Unidos no podría existir legalmente en Canadá hoy.

A causa de las restricciones legales a la libertad de expresión, si se dice o se escribe algo considerado “homófobo” (incluyendo, por definición, cualquier cosa que ponga en discusión el matrimonio homosexual), se corre el riesgo de enfrentar consecuencias disciplinares o el despido o ser perseguido por el Gobierno.

Muchos estadounidenses están comenzando a entender que algunos activistas de izquierda quieren introducir un control estatal sobre cada institución y libertad. En este esquema, la autonomía y la libertad de expresión personales no son otra cosa que quimeras, y los niños son mercantilizados.

Los niños no son bienes que se pueden arrancar de modo justificable de los padres naturales. En las familias homosexuales, los niños negarán a menudo su dolor y fingirán que no sienten la falta de un padre biológico, sintiéndose presionados para expresarse positivamente a causa de la política que rodea a las familias LGBT.

Cuando los niños pierden a un padre biológico a causa de la muerte, el divorcio, la adopción o la tecnología reproductiva artificial, experimentan un vacío doloroso. Es lo mismo para nosotros cuando nuestro padre o madre gay introduce en nuestra vida a su pareja del mismo sexo que no podrá nunca sustituir a nuestro padre o madre biológicos.

El estado como arbitro último de la parentalidad

Se nos dice cada vez más que permitir a las parejas homosexuales el acceso al matrimonio no privará a nadie de ningún derecho. Es una mentira.

Cuando el matrimonio homosexual fue legalizado en Canadá en 2005, fue inmediatamente redefinida la parentalidad, incluyendo una disposición para borrar la definición “padre natural” y sustituirla con el término neutro “padre legal” en la ley federal. Ahora todos los niños tienen sólo “padres legales”.

Al borrar legalmente la parentalidad biológica de esta manera, el estado ignora el principal derecho de los niños: su deseo intrínseco e inmutable de conocer y ser criados por los propios padres biológicos.

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