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Nostalgia y compromiso tras la visita del Papa Francisco a Latinoamérica

"Me sorprendió la población joven del Paraguay, donde el 79 por ciento tiene menos de 40 años", afirmaba el Papa Francisco nada más de culminar su visita en la conferencia de prensa que brindaba a los 75 periodistas de todo el mundo que lo acompañabamos de regreso a Roma en el vuelo papal.

Para muchos de nosotros este viaje fue como el "París Dakar de las giras papales", afirmación por supuesto, en tono de broma, como muestra de la alegría que se vivía también en dicho ambiente profesional.

Pero el Papa no fue el único que se llevó una sorpresa. "Me quito el sombrero ante Paraguay, el país católico por excelencia. Del coco y del país hacen un altar, en el barro hacen oración y de la basura hacen música", fueron las expresiones del colega José Levy, corresponsal de la cadena CNN de los Estados Unidos, quien formó parte igualmente del vuelo papal.

Ya lo hemos dicho. Paraguay tiene una profunda herencia franciscana jesuitica que hace parte de su identidad, de su ADN, de su rica historia.

Ya los historiadores de la época, es decir, de los siglos XVII y XVIII, hablan de lo que se dio a llamar el "cristianismo feliz", de las reducciones. Muy en consonancia con el lema elegido para las tres naciones sudamericanas que visitó el Papa: la alegría.

Una de las intenciones del Pontífice fue que su exhortación apostólica El Evangelio de la Alegría, Evangelii Gaudium, cale hondo en todos los corazones y que aquellas personas no acostumbradas a leer los documentos papales, puedan percibirlos en toda su profundidad.

Los mensajes del Papa tuvieron esta transversalidad, transmitir la alegría y esperanza en un continente necesitado de la misma. Esto lo afirmó en una parte de la extensa conferencia de prensa que nos concediera a quienes lo acompañabamos en el vuelo, una hora después de culminar su visita al Paraguay.

"Mi intención fue dar ánimo a estos pueblos", señaló con una sonrida ante la pregunta que le hacíamos sobre su principal intención antes de iniciar esta ya histórica presencia en el continente de la esperanza. Y bien que lo logró.

Ahora queda la nostalgia de los días de su presencia y el compromiso de poder construir aun con aquellos destellos de alegría que puedan quedarnos de su presencia lo que tanto anhelan nuestros pueblos. Signos de vida nueva que se encarnen en nuestra historia.

Sin duda esta llama empezó a encenderse y queda un largo y hermoso camino en el cual podamos empezar a concebir los intensos frutos de sus palabras, gestos y acciones, en la construcción de nuestra historia e identidad como continente.

Ya lo decía san Juan Pablo II: Latinoamérica es el continente de la esperanza. Y para muchos habitantes de estas tierras, esa mirada del amado y llorado pontífice fue un anticipo de lo que hoy nos deja el milagro del Papa Francisco.

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