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Las ideas equivocadas que hacen daño al matrimonio

-El matrimonio  es una conquista de una vez y para siempre.

Es un error, pues en toda conquista así entendida existen vencedores y vencidos,  con ello, la posibilidad e incertidumbre de que el vencido se levante contra el vencedor, por lo que existe una inseguridad latente en la relación entre cónyuges.

El conquistador, al creerse coronado de un modo definitivo, le pierde el respeto al otro; deja de cuidarse, no intenta atender, comprender, apoyar, acompañar, etc. Piensa que por haber “dominado” por completo el territorio  conyugal, ya no precisa de estas actitudes  tan importantes, que lo mismo se encuentran en sucesos  extraordinarios como en los pequeños y relevantes detalles  de la vida diaria.

El vencedor,  al interesarle solo imponer su voluntad al otro,  se preguntara con suspicacia  ¿quién gano la guerra? A lo que él mismo se contestara: --pues si la guerra la gane yo, al otro le corresponde obedecer.

La conquista en el matrimonio no es una vez y para siempre, como si del monte Everest se tratara; sino un esfuerzo renovado  en una dinámica que no debe extinguirse en el día  a día, para mantener viva la llama del amor, hasta el punto de que si no existiera esta intención, la llama se apaga y queda la simple convivencia rutinaria sujeta al desgaste de la falta de entrega.

La hoguera del matrimonio requiere igual de gruesos troncos que de pequeñas ramas y hojarasca que lo mismo produce luz y calor. Hoy compartir un logro que ha costado un gran esfuerzo, mañana la simple flor o los dulces  comprados  a la salida de la oficina. Hoy  la alegría compartida en un momento gratificante, mañana el pedirse perdón y perdonar para un comienzo renovado en la comprensión de las mutuas limitaciones.

En conquistas mal entendidas, en  realidad no existe un vencedor  y un  vencido. Ambos son perdedores, pues se pierden del más sublime bien de la vida conyugal: el amor entre esposos.

-El matrimonio es solo un contrato.

Es una falsa presunción considerar que como yo ya tengo el contrato “ahí me las deben todas”, esto termina generando inseguridad y desconfianza en el matrimonio, pues se habrían fundamentado las relaciones en una incierta, falsa, mezquina seguridad.

El matrimonio ciertamente es un contrato y, en muchas parejas además de civil, canónico. Pero se trata de un contrato vivo en cuanto a que está sujeto cambios para actualizarlo vivencialmente con el amor, para aumentar su valor, en caso contrario se devalúa hasta cero.

El contrato estipula un amor debido en justicia para construirse en el devenir de la vida conyugal, y, por lo mismo, su cumplimiento representa un consciente esfuerzo. Significa que esta clausula estando vigente de una forma delicada, tan frágil, requiere luchar en el día a día para que se cumpla y ninguno ceje en su observancia.

Reflexión: El matrimonio ha de establecerse entre personas iguales, distintas en cuanto al género, pero iguales ante su condición de personas, sin que sea posibles establecer entre los cónyuges , nuevas y artificiales jerarquías que estorban y matan el amor conyugal.

Por Orfa Astorga de Lira
Orientadora familiar
Máster en matrimonio y familia
 
 

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