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Dedicarse a los demás sí es construir

Jesús nos espera siempre. Esa paciencia de Dios conmigo me conmueve. Me gustan las personas que saben esperar, que tienen una paciencia aparentemente infinita. Yo no la tengo.
 
Ser paciente con el débil, con el que se equivoca, con el que nos hiere no una vez, sino mil veces. Paciente con el que no me da lo que necesito, con el lento, con el que no llega nunca a tiempo. Paciente con el que se aleja y exige, con el que es crítico y mordaz. Paciente con las personas a las que amo, con los que me buscan insistentemente. Paciente con el que siempre quiere más.
 
¡Qué difícil tener paciencia para educar! Paciencia sin ver resultados. Respetando los tiempos. Esperando cambios que no llegan.
 
Esperar es una actitud que hoy en día no practicamos mucho. Todo va demasiado rápido. Nos cuesta esperar al que llega tarde. Nos cuesta hacer largas colas para conseguir algo. Esperar es un arte. Nos cuesta perder el tiempo sin hacer nada. El tiempo vale oro. Por lo menos el nuestro. Y no queremos perderlo sin sentido.
 
Jesús era un especialista en perder el tiempo. Lo perdía con los hombres. “No les quedaba tiempo ni para comer”. Perder el tiempo con el que lo necesita era su actitud fundamental.
 
Yo valoro mucho a las personas que saben perder el tiempo con los que se encuentran en el camino. Con aquellos que irrumpen sin estar antes incluidos en la agenda. Me gusta ese corazón libre de los que saben detenerse ante el que sufre y cuidar al que está en su vida.
 
Es un arte ser pacientes, tener el corazón flexible, saber esperar, aguardar con paz, perder el tiempo por amor.
 
Yo también quiero aprender a cambiar mis planes por amor. A no agarrarme a ellos. Me da miedo perder el tiempo y dejar escapar la vida. Me gusta ese Jesús sin tiempo ni planes. Me gustaría parecerme más a Él, ser más libre. Dejarme tiempo para estar con el que sufre.
 
Yo también busco a Jesús por las orillas, y le doy gracias porque baja de la barca para venir a buscarme. Él lee en mi corazón mi miedo y mi soledad, mi sed y mis preguntas, mi enfermedad y mis sueños. Él se baja de la barca por mí. ¿Yo me bajo de mi barca por el que me necesita?
 
Jesús viene a mi encuentro. Siempre llega. Él me enseña que en la vida lo más importante son las personas. Cuidarlas, llevarlas aparte y dedicarles momentos, bajar de mi barca si alguien me espera. Perder el tiempo con ellos. Cambiar mis planes.
 
Y yo pienso en la eficacia, en los números. Tengo que aprender a mirar el corazón de cada hombre. Hoy Jesús me invita a acercarme al que sufre, a amar hasta el extremo. Para eso necesito aprender de Jesús. Voy en la barca con Él. Me espera cuando llego de mi misión. Le espero yo en mi orilla. Quiero estar con Él. Ese es el sentido de mi vida.

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