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¿De quién eres tú "pastor"?

Hoy Jesús necesita pastores que apacienten. Pastores heridos que acojan, esperen y tengan compasión. No quiere pastores que se apacienten a sí mismos. Busca pastores buenos y no pastores egoístas que dispersen a las ovejas.
 
Dice el profeta: “Pues así dice el Dios de Israel tocante a los pastores que apacientan a mi pueblo: -Vosotros habéis dispersado las ovejas mías, las empujasteis y no las atendisteis. Mirad que voy a pasaros revista por vuestras malas obras. Y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas, ni faltará ninguna”. Jeremías. 23, 1-6. 
 
Un pastor que reine sobre su pueblo. Dios necesita pastores para su pueblo, para su Iglesia. Hoy la Iglesia necesita pastores, sacerdotes que sean pastores en su comunidad. Pero también necesita cristianos que sean pastores en sus ambientes.
 
Hoy el testimonio es el de una vida coherente. ¡Cuánta necesidad hay! Bastaría con dar un vaso de agua al sediento, como nos dice Jesús en el evangelio.
 
A veces muchas personas llegan turbadas tratando de encontrar su lugar en la Iglesia. Han recibido mucho gratis. Están agradecidas a lo que Dios ha hecho con sus vidas. Temen aburguesarse, acomodarse. Se han formado con ahínco y sienten que todavía no han sido enviadas a la misión. Ven muchas ovejas sin pastor, y no saben cómo ayudar.
 
Tengo la sensación en ocasiones de que buscan una misión muy especial, algo que llene su corazón totalmente y les haga sentirse orgullosos con sus vidas. Piensan, rezan, piden consejo. Me consta que buscan un lugar, pero no lo encuentran.
 
Me sorprende que dejan pasar mucho tiempo sin actuar. Permanecen inquietos buscando el cómo y el dónde. Se muestran inseguros. Preguntan. Tal vez temen errar la dirección y no llegar al lugar correcto.
 
Me recuerdan al joven rico que quería la vida eterna pero no quería dejar el peso que encadenaba sus pasos. Piensan en misiones tal vez de renombre. No es lo mismo misionar en mi oficina que dar un mes en Calcuta. La oficina se nos queda pequeña, y la familia, y los amigos. Y por supuesto la Iglesia de mi ciudad.
 
Todo es demasiado pequeño y además sabemos que nadie es profeta en su tierra. Soñando con la gran misión nunca son enviados. Soñando con lo que les dé una vida plena no son pastores con el rebaño que Dios les confía aquí y ahora.
 
No van a misionar durante el día, como los apóstoles. No regresan cada noche a contarle a Jesús lo que les ha pasado. Me da pena que se queden quietos sin hacer nada.
 
Hacen falta pastores que estén dispuestos a dar la vida por los suyos aquí y ahora. Que no tengan la agenda siempre llena. Que no estén siempre ocupados. Pastores que sepan lo que necesitan los suyos y estén disponibles para cuidarlos.
 
Dice el Papa Francisco: “La Iglesia os quiere hombres de fe, maestros de fe, que enseñéis a los fieles a no tener miedo de los muchos Herodes que los afligen con persecuciones, con cruces de todo tipo. Ningún Herodes es capaz de apagar la luz de la esperanza, de la fe y de la caridad de quien cree en Cristo”. 
 
Pastores que enseñen a vivir confiados, con las manos abiertas, con la vida entregada. Sin miedo a lo que puede ocurrir.
 

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