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Somos hijos de la luz

Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Reflexión homilética 22 de Marzo de 2020

San Pablo pensaba acabar con todos los cristianos de Damasco y “de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor”.

De la luz salió una voz: “Soy Jesús a quien tú persigues”.

Así es, amigo, Jesús ha querido manifestarse como luz y hoy la santa liturgia nos lo repetirá para que aprendamos de Él a iluminar, como hijos de la Luz.

Samuel

Dios rechazó a Saúl y pidió a Samuel que buscara al que lo iba a suplir.

El profeta busca en la casa de Jesé y Dios rechaza a los siete muchachos que le presenta su padre:

“porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia, el Señor ve el corazón”.

Cuando se presentó el octavo, el más joven, el pastorcito David, Dios dijo a Samuel:

“Úngelo porque es éste”.

Al ungirlo “invadió a David el espíritu del Señor que estuvo con él en adelante”.

En el bautismo el Espíritu de Dios entró en nosotros:

¿Le dejamos actuar como hizo el profeta rey?

Salmo responsorial

Es el 22 y habla del Buen Pastor.

Sabemos cómo actúa el Buen Pastor.

Sigámoslo con docilidad y nunca nos faltará lo necesario, aún en los momentos difíciles para todos.

Repitamos con fe:

“El Señor es mi pastor, nada me falta… Me guía por el sendero justo… Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo”.

En estos momentos, aprendamos a fiarnos mejor del Buen Pastor, pero seamos ovejas dóciles.

San Pablo

Esta lectura entra de lleno en el tema. Reconozcamos nuestra verdad:

“En otro tiempo éramos tinieblas, ahora somos luz en Cristo”.

Ojalá que desde el bautismo viviéramos en la luz y que nunca regresemos por el pecado a las tinieblas.

Que nuestro caminar sea el de los hijos de la luz.

¿Qué significa esta expresión de caminar como hijos de la luz?

Nos lo explica el mismo San Pablo:

+ Es actuar en la bondad y caridad propias de los discípulos de Jesús.

+ Es actuar en la justicia con Dios, dándole el culto que le corresponde, y con el prójimo, como a nosotros mismos según enseña la Escritura.

+ Y actuar en “la verdad que nos hace libres” del pecado y de toda esclavitud.

+ Finalmente, dándole gusto a Dios, cumpliendo su voluntad.

Amigos, nunca durmamos en la oscuridad del pecado. “Que Cristo sea nuestra luz” y si es necesario, una buena confesión nos ayudará.

Versículo

Jesús no engaña.

Él da la salvación porque su luz señala el camino a la felicidad:

“Yo soy la luz del mundo, el que me sigue tendrá la luz de la vida”.

Evangelio

Es un bello relato de San Juan que enseña cómo Jesús es luz y da la luz.

El joven es ciego de nacimiento.

Nunca había visto la luz.

Jesús le abre los ojos y todo cambia.

Es interesante examinar:

Los fariseos, como siempre, no quieren que la gente acepte a Jesús y menos como autor de un milagro tan grande…

Los padres del invidente no se arriesgan a reconocer a Jesús y por eso ante las preguntas de los fariseos, dicen:

“Preguntádselo a él que ya tiene edad”.

El muchacho nunca había visto a Jesús, porque recuperó la vista después de lavarse en la piscina de Siloé.

Sin embargo lo reconoce como un “hombre de Dios”.

Es bello ver cómo el antiguo ciego va creciendo en valentía, defiende a Jesús y no le importa que lo excomulguen los fariseos.

Cuando está solo, Jesús le sale al encuentro y se le revela:

“¿Crees en el Hijo del hombre?”

El muchacho, iluminado por el mismo Señor, se postra ante Él:

“¡Creo, Señor!”

Amigos, acerquémonos a Jesús que Él nos ilumina de verdad y nunca lo abandonemos.

En medio de este mundo que vive de espaldas a la luz, recordemos lo que nos dijo el Señor:

“Ustedes son la luz del mundo”.

¡Que se note!

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