Se disipan las esperanzas para el único argentino en el corredor de la muerte en EEUU
Saldaño fue condenado por el secuestro y asesinato de un americano en Plano, al norte de Dallas. A su víctima, Saldaño, entonces de 23 años, le robó un reloj y 50 dólares. Detenido, fue enjuiciado y condenado a muerte en 1996; su cómplice, nativo de México, confesó el delito y recibió la cadena perpetua. Ambos estaban borrachos y drogados al momento de cometer el delito. Saldaño no tenía ningún antecedente de prisión al momento del asesinato.
En mayo de 2000, no obstante, el Procurador General de Texas reconoció el basamento racista con el que se lo enjuició, y a los pocos meses, se revocó la pena máxima. Aún con un código de procedimientos penales reformados para que las cuestiones de raza o etnia no sean consideradas evidencias de propensión a conductas criminales, Saldaño recibió nuevamente la condena a muerte tras un nuevo juicio en 2006.
Durante todos estos años ha sido incesante el suplicio de su madre Lidia Guerrero para que se conmute la pena capital. Pudo visitarlo en varias ocasiones, y constatar que las condiciones de reclusión en el Corredor de la Muerte le han provocado daños neurológicos irreversibles. “Ya está muerto en vida”, lamenta, según relata el diario La Nación.
La falta de contacto con otros seres humanos, el aislamiento, las drogas recibidas para que esté tranquilo, entre otras medidas de reclusión denunciadas por su madre durante estos años, le han provocado un daño que hace que, de conmutarse la pena máxima, tenga que ser internado en un psiquiátrico.
El clamor de Lidia ha sido acompañado durante años tanto por el gobierno argentino como por organizaciones civiles, que le han facilitado viajar a Estados Unidos, apoyar la defensa de su hijo, e incluso visitar al Papa Francisco, con el que estuvo en 2006. “El Papa me dijo que rezaba por mi hijo y que lo lleva en su corazón y en su memoria”, expresó Lidia tras su encuentro, según declaraciones difundidas por la cancillería argentina. “Si habré rezado por ese cordobesito!”, le había dicho el Papa tras una audiencia de miércoles, en 2014.
Por el momento, al 19 de noviembre de 2019, el nombre de Saldaño no figura en la agenda de ejecuciones publicadas por el Departamento de Justicia Criminal del Estado de Texas. Sí aparece el mexicano Abel Ochoa, quien recibirá la inyección letal el 11 de febrero de 2020. Ochoa asesinó a su familia el 4 de agosto de 2002. Adicto, sin antecedentes de prisión, aseguró no recordar nada de lo ocurrido. La deliberación del jurado que lo condenó demoró pocos minutos.
El Departamento de Justicia Criminal del Estado de Texas lleva un pormenorizado recuento del desenlace de todos los condenados a muerte, incluso aquellos que dejaron el corredor de la muerte sin la ejecución. Hay algunos que recibieron nuevos juicios, que recibieron una nueva condena de por vida, que murieron por causas naturales, y también suicidados. También se lleva registro racial de los 215 actualmente condenados: de ellos, el 26,5% son blancos, el 26,5% son hispanos, el 44.2% negros, y el 2.8% de otro origen.
En todo Estados Unidos, había al 1 de abril de este año 2673 condenados en corredores de la muerte. La mayor parte de ellos en California. Florida y Texas completaban el podio, según el relevamiento de del Centro de Información de la Pena de Muerte (DPIC). Sin embargo, es Texas el Estado que más ejecuciones ha concretado durante los últimos años. 13 de las 43 cometidas en 2018 fueron en el corredor habitado por Saldaño.
Quedan dos posibilidades para Saldaño. Que Estados Unidos responda a la solicitud de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, aunque pese a la insistencia de la OEA, aún no ha dado señales de contestación positiva. Y la clemencia, un perdón concedido pese a todas las sentencias por las que haya pasado el condenado. Las clemencias pueden darse por enfermedades mentales, como las que padece Saldaño. Sin embargo, el Estado de Texas ha concedido un solo pedido de clemencia en los últimos diez años.
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