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«¡No queremos que Ése reine sobre nosotros!»

Cuando los judíos exigieron que se crucificara a Jesús, Pilato les preguntó: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?». Y entonces replicaron: «No tenemos más rey que el César» (cfr. Jn 19, 14-16). Pasó, pues, lo que el Señor ya había anunciado a través de la parábola de las diez minas, cuando los siervos se dijeron entre sí:«No queremos que Ése reine sobre nosotros» (Lc 19, 14).

Ese repudio a la Realeza de Cristo ha continuado vigente desde entonces, en distintos lugares y escenarios. Porque, en general, de Dios se quiere su bendición y sus favores, pero no que sea el Rey, sometiéndose a su Voluntad.

MENSAJE AL REY DE FRANCIA

Cuando el Sagrado Corazón de Jesús se reveló a santa Margarita María de Alacoque en 1675, el Señor también le indicó a la vidente que debía comunicar un mensaje al rey de Francia:

«Haz saber al hijo mayor de mi Sagrado Corazón, que así como se obtuvo su nacimiento temporal por la devoción a los méritos de mi Sagrada Infancia, así alcanzará su nacimiento a la gracia y a la gloria eterna, por la consagración que haga de su persona a mi Corazón adorable, que quiere alcanzar victoria sobre el suyo, por su medio sobre los de los grandes de la Tierra.

«Mi Corazón quiere reinar en su palacio, y estar pintado en sus estandartes y grabado en sus armas para que queden triunfantes de todos sus enemigos, abatiendo a sus pies a esas cabezas orgullosas y soberbias, a fin de que quede victorioso de todos los enemigos de la Iglesia».

OÍDOS SORDOS

Por desgracia, el monarca desdeñó el pedido de Cristo, por lo cual, en el siglo posterior, la Revolución Francesa arrasó con Francia.

En 1792 su descendiente Luis XVI, encarcelado en la torre de la prisión del Temple, recordó la petición del Corazón de Jesús hecha a su abuelo y quiso cumplirla, pero era demasiado tarde.

CONSECUENCIAS

Durante el siglo XVIII las logias masónicas habían difundido a lo largo y ancho de la América hispana, desde México hasta la Patagonia, el espíritu anticristiano, racionalista y liberal de la Ilustración francesa. Por ello la mayoría los llamados «libertadores» de América fueron miembros de alto grado de la Francmasonería. De este modo, los nuevos países surgieron planteándose la soberanía popular contra la soberanía de Dios.

El filósofo católico Jacques Maritain (1882-1973), de nacionalidad francesa, explicó que el proyecto de Rousseau, el ideólogo de la Revolución Francesa, era similar al propósito de Lutero: «laicizar el Evangelio y conservar las aspiraciones humanas del cristianismo suprimiendo a Cristo». En otra palabras, la Revolución Francesa buscaba «inventar un cristianismo separado de la Iglesia de Cristo, cuya inmensa putrefacción envenena hoy al universo».

Así como la Virgen María anunció en 1917 que si Rusia no era consagrada a su Inmaculado Corazón este país esparciría sus errores, lo que efectivamente ya sucedió con el comunismo, igualmente por no consagrar a Francia al Sagrado Corazón en el siglo XVII sucedió que esta nación esparció sus errores por todo el planeta.

Redacción

TEMA DE LA SEMANA: EL FIN DEL CALENDARIO LITÚRGICO: CRISTO REY

Publicado en la edición impresa de El Observador del 24 de noviembre de 2019 No.1272

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