La moda de pensar que el pecado pasó de moda

Por Mónica Muñoz
Hace ya muchos años me contaron que un jovencito le dijo a su novia que tener relaciones sexuales antes del matrimonio ya no era pecado. Obviamente se lo dijo para acallar la conciencia de la muchachita, que aún sentía remordimientos para no ceder a las intenciones del precoz novio.
Actualmente, los adolescentes y casi niños ya no hablan de pecado porque para ellos eso ha pasado a la historia. Es más, tienen relaciones como si se tratara de un pasatiempo, sin entender que todo acto tiene una consecuencia. Y vaya si la tiene.
Nada más para que nos enteremos, México está en la mira de los países que pertenecen a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), porque ocupa el primer lugar de embarazos de adolescentes de 15 a 19 años, entre quienes la tasa de nacimientos es de 77 por cada mil, según los datos más recientes de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2014 (ENADID), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), convirtiéndose en uno de los principales problemas de salud.
Por si fuera poco, el mismo estudio indica que el 23% de los adolescentes inician su vida sexual entre los 12 y los 19 años. Agrega que, de estos, 15% de los hombres y 33% de las mujeres no utilizaron ningún método anticonceptivo en su primera relación sexual.
Por ello, aproximadamente ocurren al año 340 mil nacimientos en mujeres menores de 19 años. Cifras alarmantes por todo lo que desencadena un embarazo a tan temprana edad.
Llama la atención las acciones que, desde el sexenio pasado, el gobierno de México ha implementado para reducir estos números, dentro de los planes de estudio de todos los niveles, es decir, desde primaria hasta preparatoria, lo que ellos llaman «la promoción de la salud, como parte de la cultura de la prevención», mencionando que tratan el tema «en el marco del respeto de los derechos humanos y la inclusión».
Para eso, explican que se «asume una visión amplia de educación sexual que integra los vínculos afectivos, el género, la reproductividad y el erotismo». Además, se enfatiza en «formar para una sexualidad responsable, satisfactoria y segura, libre de miedos, culpas, falsas creencias, coerción, discriminación y violencia».
Si no van quedando claros los términos, la campaña de prevención se reduce a hablar a los niños y adolescentes de que tienen derecho a una vida sexual y de placer, sea cual sea su preferencia, y «a utilizar los métodos anticonceptivos para evitar tanto embarazos inesperados como enfermedades de transmisión sexual, todo ello sin miedos, culpa y falsas creencias». Esta información se puede encontrar en la «Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes» (ENAPEA) Informe 2016.
https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/215788/Informe_2016_ENAPEA_VF.pdf
Aparentemente, todo está muy bien. Son muchas instituciones públicas las involucradas en esa campaña, pero se les olvida lo más importante: que educar a los niños, adolescentes y jóvenes en valores humanos y cristianos les ayudará a prevenir cualquier embarazo y enfermedad que los aleje de cumplir sus metas como personas, pero, sobre todo, que les afiance la certeza de que son personas valiosas y que tener relaciones sexuales a temprana edad solo les dejará confusión y disminuirá su autoestima porque quedarán reducidos a la categoría de objetos sexuales y no a la elevada situación de ser personas dignas, merecedoras de respeto, y enteradas de que todo tiene su tiempo y que adelantar ese tipo de experiencias les nublará el entendimiento para ver todas las posibilidades que tienen para desarrollar sus talentos y distinguir a la persona con la cual, algún día, puedan formar una familia.
Y no se trata de generar miedos o culpas y menos falsas creencias, sino de despertar su conciencia e inculcarles valores como respeto a su cuerpo, castidad y abstinencia, entendiendo que hay un plan para cada uno en la mente de Dios. Eso le falta a nuestro gobierno, porque las medidas no han cambiado en este sexenio, pero a quienes en realidad corresponde afianzar esos valores es a los padres de familia.
Seamos responsables con nuestros hijos y ayudémosles a vivir plenamente y libres del hedonismo y de las ataduras del pecado, porque la conciencia nos indica claramente cuando un acto está mal hecho, para ayudarnos a vivir sin la carga de la culpa. Porque, efectivamente, el pecado seguirá siendo pecado, a pesar de que el mundo opine lo contrario, es decir, ofender a Dios con nuestros malos actos nunca pasará de moda porque pone en riesgo nuestra salvación.
Ayudemos a nuestros niños, adolescentes y jóvenes a crecer con genuina libertad, seguros de su dignidad y valor para que sean auténticamente felices en esta vida y en la eterna.
Que tengan una excelente semana.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 8 de septiembre de 2019 No.1261
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