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«Fray Tormenta», del ring a la salvación

El sacerdote mexicano Sergio Gutiérrez Benítez nació en San Agustín Metzquititlán, Hidalgo, el 5 de febrero de 1945. Fue el penúltimo de 17 hijos, y por falta de oportunidades la familia se mudó primero a Xalostoc, estado de México, y luego a la capital del país.

Tenía entre 11 y 12 años de edad cuando, miembro de una pandilla muy numerosa, probó las drogas y se hizo adicto; utilizó mariguana, cocaína, hongos y hasta heroína. Con el tiempo se convirtió en el líder de la pandilla, se hizo conocido en aquellos rumbos por sus habilidades boxísticas, y a los 18 años se convirtió en delincuente pues robaba para poder comprar sus dosis de drogas.

Fue hasta que se le trató de involucrar en el asesinato de un joven de la pandilla cuando él dejó la banda y su empleo en una cantina. Consiguió trabajo en un circo, pero no lograba alejarse de su adicción. En una crisis causa de las drogas, fue auxiliado por un presbítero de la Orden de la Merced, y tras una larga etapa de desintoxicación, empezó a sentir el llamado al sacerdocio.

Ingresó primero con los mercedarios, pero lo corrieron por falta de disciplina. A los 22 años fue aceptado por los escolapios, que lo enviaron a estudiar en España e Italia. Regresó a su patria a continuar estudiando, y lo enviaron a Veracruz a trabajar entre drogadictos, prostitutas y delincuentes, los cuales lo apodaron «Fray Diablillo». A él le preocupaba mucho la situación espiritual de esa gente, en especial que murieran sin recibir el sacramento de la Reconciliación.

Fue ordenado presbítero en 1973 entre estas personas. Su siguiente trabajo fue de profesor de filosofía e historia en la Universidad Pontificia de México.

Luego, en el estado de México, le pidió permiso al obispo de Texcoco para establecer una casa hogar para ayudar a sacar a los niños y jóvenes de las drogas, la delincuencia y la prostitución.

Pero su casa hogar tenía grandes problemas económicos. Una noche, mientras veía la televisión, se encontró con la película El Señor Tormenta, y entonces se acordó de otra por el estilo, Tormenta en el Ring, ambas sobre un pobre sacerdote mexicano que en las noches hacia lucha libre para ayudar a los niños de su orfanato. Entonces pensó que el podía hacer lo mismo para sacar adelante su casa hogar. Así fue como se convirtió en un luchador enmascarado con el alias de «Fray Tormenta», pero durante su carrera como luchador no permitió que nadie conociera que era sacerdote.

«Mi intención —cuenta—no era dedicar toda mi vida a las luchas, sino un año únicamente, durante el cual pensaba ganar un millón de dólares para construir la Ciudad de los Niños, mi gran sueño». El hecho es que su plan lo obligaba a levantarse todos los días a las 4 de la mañana para entrenar, pues a las 6:30 de la mañana tenía que estar celebrando la Santa Misa.

«Varias veces intenté arrojar la toalla, pero los chamacos [de la casa hogar] me motivaban. Yo mismo diseñé mi propia máscara». En su primera pelea, la cual ganó, le pagaron doscientos pesos, por lo que se dio cuenta de que el millón de dólares nunca llegaría; pero lo que ganaba servía, así que siguió luchando.

«Un día el ‘Huracán Ramírez’ me llamó para decirme que luchábamos en Chiconcuac a las tres de la tarde. A mí se me salió comentarle que se me complicaba porque tenía una Misa de boda a las dos». Y la noticia de que «Fray Tormenta» era realmente un sacerdote comenzó a circular por todo el país. Y aunque a él le preocupaba lo que esto ocasionaría en el ámbito clerical, a la vez sucedió que los promotores comenzaron a buscarlo para que peleara, y las arenas empezaron a registrar grandes llenos. Su fama se extendió, por lo que también llegó a pelear en Estados Unidos, Canadá y hasta en Japón.

Si bien a «Fray Tormenta» le fue imposible construir la Ciudad de los Niños, la lucha libre ha valido la pena, pues gracias a ella, con la bendición de Dios y la intercesión de la Virgen, pudo mantener a los más de 2 mil niños y jóvenes que a largo de 40 años han pasado por su casa hogar.

La mayoría han salido rehabilitados y convertidos en hombres de bien; se les da incluso educación universitaria, y entre ellos han surgido 3 médicos, un contador público y uno privado, 7 abogados, 20 técnicos en computación, 16 maestros y hasta un sacerdote.

Redacción

TEMA DE LA SEMANA: LA IGLESIA DE LOS POBRES EN MÉXICO

Publicado en la edición impresa de El Observador del 15 de septiembre de 2019 No.1262

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