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La extraordinaria historia de las hermanas armenias de la Inmaculada Concepción

“Renacéis por el amor práctico para los niños y los pobres”, pronuncia el cardenal Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales. Así termina su homilía de clausura del 170.º aniversario de esta congregación femenina. Una celebración tanto más intensa cuanto que esta comunidad ha pasado por momentos trágicos de sufrimiento. En 1847, en la periferia de lo que fuera Constantinopla, la capital del Imperio otomano, la congregación se lanza a la educación de jóvenes mujeres armenias en situación de pobreza. Solamente tres años después de su creación, empujada por su éxito, la comunidad abre varias escuelas en el casco antiguo.

Una congregación en el corazón de un pueblo perseguido

Por desgracia, aparecen las persecuciones contra los armenios. En la década de 1890, este pueblo exige al sultán aplicar las reformas liberales prometidas. La respuesta no se hace esperar, y es brutal, bárbara: entre 1894 y 1896, unos 200.000 armenios son exterminados, 100.000 convertidos a la fuerza al islam y un número similar de mujeres secuestradas para formar parte de harenes. Sumergidas en este caos, las religiosas de la Inmaculada Concepción se entregan en cuerpo y alma al socorro de niños, prioritariamente, y a ofrecer dentro de lo posible un apoyo espiritual.

Veinte años después, la pesadilla asume unas proporciones aún más pavorosas. El genocidio armenio llega a todo su esplendor: dos tercios de la población armenia en Turquía son exterminados. Las hermanas no se libran, unas son asesinadas, otras deportadas y las supervivientes son exiliadas. Estas últimas, refugiadas en Alepo, fundan una comunidad dedicada al cuidado de los supervivientes armenios.

Desde Siria hasta el Papa

En Roma, el sufrimiento de las religiosas llega a oídos de Pío XI. Él les pide atravesar el Mediterráneo para instalarse en Castel Gandolfo, la residencia estival de los soberanos pontífices. Así es como doce religiosas y nada menos que 429 niños acogidos, supervivientes del genocidio, son alojados allí antes de ser trasladados a Turín a una ubicación más amplia. Sin embargo, el vínculo con Roma será indeleble desde entonces: su Casa General y su noviciado quedará establecido en la Ciudad eterna hasta nuestros días.

En la actualidad, las hermanas ofrecen su ayuda y su consuelo a la diáspora armenia en Francia, Siria, Egipto, Jordania e Irak, pero también en Irán antes de la Revolución islámica de 1979. Durante la Guerra Fría, encerrado bajo el yugo comunista de la URSS, se les prohíbe el acceso a territorio armenio.

En 1991, se derrumba el bloque del Este y Armenia se convierte en Estado independiente. Entonces, las hermanas de la Inmaculada Concepción pueden volver a sus tierras y abrir allí conventos y escuelas. En 2016, pueden por fin responder a la hospitalidad de Pío XI al recibir a su sucesor, el papa Francisco, de visita en Armenia. Y para el descanso del sucesor de Pedro, afirman las hermanas, ¡por supuesto se le reservó la mejor habitación que tenían!

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