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Los cinco peligros que corremos al escribir en redes sociales

¿Qué consecuencias puede tener esto en nuestro modo de comunicar, de relacionarnos con los demás, en la manera de decir lo que pensamos? Es la pregunta que se hace el equipo de Family And Media.

La respuesta es que, por lo menos, hay cinco peligros relacionados con la comunicación en las redes sociales que debemos tomar en cuenta para usarlas a nuestro favor y a favor de una convivencia sana.

El peligro de ser irreflexivos

La primera de todas las amenazas que el equipo de Family And Media encuentra es que las redes sociales, con bastante frecuencia, eliminan nuestras inhibiciones, escrúpulos, la conciencia misma.

Nos hacen más “sinceros” pero no en el buen sentido de la palabra, sino, justamente, al contrario, nos hacen deshonestos, irreflexivos, poco delicados, agresivos, escudados siempre en el anonimato de la pantalla.

La pantalla, dice el artículo de Family And Media, nos sirve de escudo, nos permite no meternos en dificultades ni salir con un ojo morado si la reacción de nuestro interlocutor fuese violenta. Nunca es lo mismo el cara a cara que la comunicación virtual.

El peligro de ser arrogantes

El segundo peligro es el de la arrogancia. El teclado no es nuestra boca. Con el teclado puedo subir el tono, descuidar las palabras, sabotear las conversaciones, ser más arrogante que en cualquier situación de la vida misma.

Las “barrera protectora del teclado” y la dispersión del lugar donde nos encontramos, puede llevarnos a ser especialmente mordaces con aquellos que no opinan como nosotros. Y de la mordacidad al insulto hay un pequeño, muy pequeño paso.

“Si en la vida real -en una plaza o en un bar- las conversaciones entre personas civilizadas suelen ser casi siempre moderadas, en las redes sociales se desencadenan auténticas contiendas verbales, despotricando, insultando, maldiciendo”, dice el estudio.

El peligro de leer sólo la idea expuesta sin saber quién la apoya

En el web tendemos a faltar más al respeto, porque perdemos de vista que enfrente hay una persona, con una biografía, cualidades y defectos, sentimientos y cicatrices del alma.

Es un espectro que podemos quitárnoslo de encima cuando queramos, a la hora que nos venga en gana y de la manera más hiriente posible. Sobre todo cuando esa persona tiene ganas de exponer sus ideas y debatirlas con nosotros.

Acabamos atacando ferozmente al interlocutor -cosa que, probablemente, no nos permitiríamos hacer cara a cara-, porque la idea que no compartimos. “En la práctica, arremetemos contra la opinión y contra la persona como si fueran lo mismo”.

El peligro de olvidar las reglas de la convivencia social

En las conversaciones entre personas, cuando tenemos cerca de alguien (no a algo), casi siempre nos frena el pensamiento de mantener viva una relación (y sabemos que, para hacerlo, no podemos disparar a bocajarro contra los que tenemos cerca: lo dicen las normas básicas de la convivencia social)”.

Sin embargo, en la virtualidad de la web puede llevarnos a sentirnos exentos del cumplimiento de las normas que solemos respetar cuando salimos con amigos, en el trabajo, con el panadero o cuando nos encontramos con cualquiera.

“En las redes sociales se producen conversaciones sin filtros, que no serían ni siquiera imaginables si los interlocutores estuvieran sentados en una mesa de un restaurante”; conversaciones que muestran hasta qué punto el anonimato nos hace engreídos.

El peligro de “preferir” la comunicación en la Web

Éste es el peligro más importante, quizá el definitivo. En las redes sociales apenas si tenemos responsabilidad de lo que decimos, nadie nos interpela si no queremos que lo haga y las consecuencias de nuestras palabras son mucho menos graves que en la realidad.

Por ello mismo –y muchos adolescentes lo pueden atestiguar, sobre todo los milenials y los de la generación z–se puede llegar a preferir la comunicación virtual que la comunicación cara a cara, y “anteponerla” a la comunicación “en vivo”.

En lugar de utilizar Internet como un “vehículo”, podemos acabar por verlo como una escapatoria para no abordar personalmente a los demás, termina diciendo este pequeño y penetrante estudio de Family And Media.

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