Celebremos que tenemos una Madre
Por Mónica Muñoz
El 10 de mayo es una fecha que no puede pasar de largo, por mucho que nos parezca que se trata de un pretexto de los comerciantes para obtener grandes ganancias, porque, como de algún modo todos sentimos la necesidad de agradecer a Dios por habernos regalado a nuestra madre, buscamos la forma de hacerle patente nuestro amor.
Y no importa la relación que podamos tener con ella, porque es verdad que no siempre es posible llevarnos bien con todas las personas, incluyéndola, sin embargo, es la mujer más importante en la vida de cualquier ser humano, no sólo en sus primeros años sino durante toda su existencia porque nadie más que ella permanece al pendiente de sus hijos, sin importar su edad o estado civil.
Personalmente, debo confesar que suelo decirle a la mía que se preocupa demasiado por sus hijos, algo que cualquier madre puede entender, porque todo el tiempo está pensando en cada uno y en su situación, en sus esposas e hijos y se la pasa ideado que hará para reunirlos a todos y hacerlos sentir bien.
Definitivamente yo no podría pensar en todo lo que ella inventa porque es una organizadora innata de eventos, ya sea fiestas o vacaciones, se las ingenia para que le alcance el presupuesto y que todo quede bonito y al gusto de cada invitado. Piensa en cada detalle para que su familia esté contenta y eso la hace feliz. No, yo no podría igualarla por una sencilla razón: no soy madre.
Únicamente una madre es capaz de dar sin medida, de sacrificar sus propios sueños para que sus hijos alcancen los suyos, de pensar primero en los demás y luego en ella, si hay tiempo. Claro que ese instinto materno está dormido mientras la mujer no se embaraza, pero muchas veces no es necesario dar ese paso porque las mujeres, habitualmente, sienten que deben proteger a los más débiles e indefensos.
O por lo menos, eso debería pasar, porque creo que todos hemos visto con espanto que algunos medios de comunicación dan noticias que no se le hubiesen ocurrido mas que a un guionista de películas de terror, como el de aquella mujer que estuvo en prisión 30 años por haber matado a sus tres hijos. Obviamente, se trata de una persona enferma mentalmente, me rehúso a creer que alguien en su sano juicio sea capaz de lastimar a un niño. Pero en este mundo tan descompuesto ya todo es posible.
Por eso creo necesario educar bien a las nuevas generaciones en cuanto al valor de la vida. Es sumamente importante que les quede claro que no hay nada más valioso y que se trata de un don, nadie debería atentar contra ella porque no le pertenece. Si nuestros niños aprenden esto desde pequeños, muchos problemas se resolverán, pues el principio del respeto y todos los demás valores van ligados íntimamente con el de la vida, que en cada caso es única e irrepetible. No hay un ser humano igual a otro, aunque sean gemelos idénticos, cada quien tiene su propia identidad y es digno y valioso por el hecho de existir.
Por eso, cuando olvidamos que la vida hay que cuidarla y protegerla porque es frágil y que no se puede reemplazar con otra, vienen los conflictos. El que atenta contra la vida no tendrá claridad para ver ningún otro valor porque ya no tendrán importancia. Si no, pensemos un momento: alguien que se atreve a golpear a otro, está atentando contra la vida de ese prójimo, pasando por alto que merece el mismo respeto que él, que tiene los mismos derechos que él, que siente como él, que tiene familia y se preocupan por lo que le pasa, igual que le ocurre a él, ignorando con su proceder toda justicia. Y lo que es peor, está abriendo la puerta para que alguien más se lo haga a él, desencadenando así la violencia con todo lo que conlleva. Eso es lo que vivimos actualmente. Y la situación empeora cuando se provoca la muerte.
Así pues, recordemos que es en nuestra casa donde se forman los hombres y mujeres de bien, con la palabra y el ejemplo del padre, por supuesto, pero el de una madre siempre será entrañable, por la cercanía que ella ha tenido con sus hijos desde el vientre. Un hijo debe cuidarse y moldearse para ser orgullo de su familia, no quiero decir que sea perfecto, pues nadie lo es, pero cuando los papás hacen su trabajo, se nota en el comportamiento de los hijos.
Y retomo la idea con la que inicié estas reflexiones: al acercarse el 10 de mayo, demos gracias a Dios por habernos regalado a nuestra madre, porque sin importar las circunstancias en las que se haya dado esa relación, es una parte fundamental de nosotros mismos y sin ella no estaríamos aquí, por eso festejémosla si aún la tenemos con nosotros, y si ya no es así, no dejemos de recordarla y dedicarle una oración, porque es seguro que sigue velando por sus hijos.
Que Dios bendiga a todas las mamás del mundo.
¡Que tengan una excelente semana y feliz día de las madres!
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