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Y el Papa cocinó para una boda…

Ocurrió en el verano del 92 y Jorge Bergoglio decidió el menú y se puso el primero a cocinar

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Durante su período en la provincia de Córdoba, Jorge Bergoglio, sacerdote jesuita, vivió en una residencia para ancianos y enfermos. En la Residencia Mayor se alojó en la habitación 5. Lo recibió Ricardo, el encargado de organizar las labores en esa residencia, un laico al que había conocido durante unos Ejercicios en el Colegio Máximo, de San Miguel. En la Residencia había 21 sacerdotes ancianos que acompañar, cuatro de ellos postrados, y se servía mate cocido a los pobres que todas las tocaban a la puerta.

El hoy Papa ayudaba a cambiar a los sacerdotes y asearlos, celebraba la Misa bien temprano, escribía y estudiaba, confesaba, y ocasionalmente visitaba a algún familiar. En una ocasión, sin embargo, le tocó improvisarse como Jefe de Cocina para una boda.

Era el verano del 92. Una sobrina de Ricardo contraería matrimonio, y la tarea de preparar la comida para la celebración familiar había recaído sobre Ricardo y otra sobrina, Irma, quien colaboraba en la cocina de la residencia. Pero estaban desconcertados sobre qué cocinar. Así los encontró el Papa, según se narra en el libro “Aquel Francisco”, de Javier Cámara y Sebastián Pfaffen.

El padre Bergoglio no sólo decidió cuál sería el menú, timbal de arroz con carne, sino que fue el primero en ponerse a preparar la comida. Un día entero, desde el alba, dedicó para colaborar
silenciosamente, como si fuese uno de los sirvientes de la boda de Caná obedeciendo con celeridad al pedid de Jesús de colaborar con la celebración haciendo, tras la invitación de María, lo que Él diga. Las bodas de Caná, lo ha dicho el Papa, es uno de sus pasajes preferidos del Evangelio.

No sólo ayudó en la decisión y la cocina para que los novios de sus amigos puedan tener una boda digna, sino que además, para que pudieran estar sin problemas en la boda, ese día se ocupó de los menesteres del hogar.

A los pocos meses, esa etapa cordobesa del padre Bergoglio se terminaría repentinamente con su traslado a Buenos Aires, donde sería designado obispo auxiliar.

El Papa Francisco y las Bodas de Caná

Audiencia del 8 de junio del 2016: “Las palabras que María dirige a los sirvientes coronan el marco nupcial de Caná: «Haced lo que Él os diga» (v. 5). Es curioso, son sus últimas palabras que nos transmiten los Evangelios: es su herencia que entrega a todos nosotros. También hoy la Virgen nos dice a todos: «Lo que Él os diga —lo que Jesús os diga—, hacedlo». Es la herencia que nos ha dejado: ¡es hermoso! Se trata de una expresión que evoca la fórmula de fe utilizada por el pueblo de Israel en el Sinaí como respuesta a las promesas de la Alianza: «Haremos todo cuanto ha dicho el Señor» (Ex 19, 8). Y, en efecto, en Caná los sirvientes obedecen. «Les dice Jesús: “Llenad las tinajas de agua”. Y las llenaron hasta arriba. “Sacadlo ahora, le dice, y llevadlo al maestresala”. Ellos lo llevaron» (vv. 7-8). En esta boda, se estipula de verdad una Nueva Alianza y a los servidores del Señor, es decir a toda la Iglesia, se le confía la nueva misión: «Haced lo que Él os diga». Servir al Señor significa escuchar y poner en práctica su Palabra. Es la recomendación sencilla pero esencial de la Madre de Jesús y es el programa de vida del cristiano”.

Homilía en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, 7 de noviembre de 2011:* “No hay lugar para ningún tipo de gnosticismo ni de pelagianismos “heroicos”. Todo es gracia, gracia tangible derramada por amor. Todo es concreto: hay una madre, está el Hijo eterno nacido de mujer, hay amigos y discípulos. La madre indica, intercede y finalmente dispone pero en referencia al Hijo: “hagan lo que Él les diga”. Deja lugar a que, en el espacio de Caná, la Palabra eterna pronuncie la palabra del momento. Y aquella Palabra en la que fueron creadas todas las cosas (cfr. Colos. 1: 16), en la que todo subsiste (id. 17), se ocupa de seis tinajas, y confiere entidad de colaboradores del signo de salvación a los sirvientes del banquete. Lo grande y lo pequeño junto… y la mediación de esa mujer madre que posibilita el diálogo entre ambos, lo eterno y lo temporal, para que Dios continúe involuncrándose en nuestro andar”.

*Homilía en Eucaristía celebrada en la ciudad de Iquique, Chile, 18 de enero de 2018: “*Y así María anda por nuestros poblados, calles, plazas, casas, hospitales. María es la Virgen de la Tirana; la Virgen Ayquina en Calama; la Virgen de las Peñas en Arica, que anda por todos nuestros entuertos familiares, esos que parecen ahogarnos el corazón para acercarse al oído de Jesús y decirle: mira, «no tienen vino». Y luego no se queda callada, se acerca a los que servían en la fiesta y les dice: «Hagan todo lo que Él les diga» (Jn 2,5). María, mujer de pocas palabras, pero bien concretas, también se acerca a cada uno de nosotros a decirnos tan solo: «Hagan todo lo que Él les diga».

Y de este modo se desata el primer milagro de Jesús: hacer sentir a sus amigos que ellos también son parte del milagro. Porque Cristo «vino a este mundo no para hacer una obra solo, sino con nosotros, el milagro lo hace con nosotros, con todos nosotros, para ser la cabeza de un cuerpo cuyas células vivas somos nosotros, libres y activas, así hace el milagro Jesús con nosotros».[2]

El milagro comienza cuando los servidores acercan los barriles con agua que estaban destinados a la purificación. Así también cada uno de nosotros puede comenzar el milagro, es más, cada uno de nosotros está invitado a ser parte del milagro para otros”.

Quizá por ello Papa Francisco tenga especial predilección por recibir y saludar a los recién casados:

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