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Personas buenas, ¿necesarias actualmente?

Las nuevas generaciones cuestionan la bondad del mundo. Se quejan porque consideran que el mal es dominante y expansible. Otros afirman que una persona buena o con una alta carga de bondad en su vida es inútil para este mundo

Por Mary Velázquez Dorantes
Las posturas se distorsionan, los rostros se convulsionan, las exigencias de los nuevos tiempos parecieran indicar que la bondad en las personas no es tan necesaria para la vida. En esta edición te presentamos las razones por las cuales las personas buenas son indispensables en esta vida, así como los argumentos que avalan que la bondad en el mundo es más grande que la maldad. Pese a todo lo que pueden indicar los medios de comunicación, la bondad existe en las personas y ésta se crea y recrea constantemente

¡SE BUSCAN URGENTEMENTE!

Las personas buenas, como se les conoce coloquialmente, son aque-llas que han logrado desarrollar un existencia verdaderamente humana. La bondad no sólo es un sentimiento que aparece en ciertos instantes de la vida, sino que es una cualidad que se debe desarrollar dentro del ciclo vital. Es, al mismo tiempo, una necesidad constante para saber cuál es el papel del hombre en la tierra.

Las personas bondadosas son necesarias para un mundo con menor caos, dado que ellas generan círculos virtuosos de calma, claridad mental y estados de bienestar comunes. En la última década se han manejado inco- rrectamente los mensajes en torno a las personas bondadosas. Algunos les han colgado el mote de innecesarios, torpes o mansos; sin embargo, la ciencia ha descubierto cuánto poder social puede tener una persona cuya característica es la bondad, dado que ellos son las personas que defienden la vida, los derechos de los demás, la dignidad humana, respuestas urgentes para un mundo de cabeza.

Una persona bondadosa tiene mejores percepciones de la realidad. Su influencia frente a decisiones es más certera y duradera. Sus estados de ánimo no están paralizados por la frustración y la velocidad de los actos cotidianos: al contrario, son equilibrados, calmados y tienen una mirada di- ferente sobre los problemas.

GENERADORES DE LA HORMONA DEL AMOR

Estudios científicos revelan que las personas bondadosas producen mayores cantidades de la llamada hormona del amor. Por lo tanto, son capaces de darse a los demás sin límites. Su actividad cerebral es mayor cuando realizan actos generosos, de compasión y solidaridad. Los psicólogos y neurólogos afirman que el cerebro se expande ante sus actos de amor, y el deseo por ayudar a los demás se vuelve constante, sin importar si se conoce o no a la persona que requiere ayuda.

Otros estudios manifiestan que la bondad ayuda a resolver problemas y dificultades con mayor asiduidad. Las personas que practican una vida llena de bondad respetan al otro completamente, son productivos, su pensamien- to es flexible, su crecimiento mental tiene mayores potencialidades, pero todo lo actúan con actos amorosos sinceros. Ser una buena persona, científicamente, es la mayor potencia de amor que el mundo requiere.

TOMAR LA PASTILLA DE LA BONDAD

No es una tarea fácil, pero tampoco es imposible. La ciencia afirma que todas las personas en el mundo son buenas. No obstante, es necesario descubrir la bondad que existe dentro de cada una de ellas. La bondad mejora la salud cardiovascular y estimula la actividad cerebral de forma positiva. Los actos diarios en que se ejercita la bondad son las nuevas píldoras que los seres humanos requieren, dado que los ayuda a ser más seguros de sí mismos, más optimistas, sus células están libres del llamado estrés oxidativo, son menos propensos para padecer cáncer, y su actitud frente a los demás es el mejor regalo que la sociedad puede tener.

El valor de la bondad

Para fomentar este valor en nuestra vida podemos considerar que debemos:

Sonreír siempre.

Evitar ser pesimistas.

Tratar a los demás como quisiéramos que nos trataran: con amabilidad, educación y respeto.

Corresponder a la confianza y buena fe que se deposita en nosotros.

Buscar con buena actitud la mejoría y aprendizaje del otro.

Visitar a los que están enfermos, a los que sufren un fracaso económico o a aquellos que se ven afectados en sus relaciones familiares.

Procurar dar ayuda a los pobres, sea con trabajo o económicamente.

► Servir desinteresadamente.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 3 de marzo de 2019 No.1234

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