La hojalatería, un arte al servicio del pueblo
Transforma la lata. Repuja, suelda, crea. Sus trabajos hechos a mano lo hicieron conocido en Espite, su tierra natal, allá en Vilcanchos, en la provincia de Víctor Fajardo de la región Ayacucho (Perú). Calaminas, latas de aceite o de atún, es todo lo que necesita para confeccionar objetos utilitarios. Cernidores, tapas de ollas, servilleteros, baldes. Hacia todo lo que la gente le pedía. Y es que para, Teófilo Araujo Choque, la hojalatería es un arte al servicio del pueblo.
Esta tradición permanece viva entre sus manos. Único exponente de la hojalatería artesanal en el Perú, logró innovar este arte con coloridas pinturas que escondían el óxido de las latas. Autodidacta, Teófilo es un hombre de retos. Cuando el plástico y la porcelana comenzaron a invadir el mercado la familia Araujo, sin perder la técnica ancestral, logró conservar la producción artística.
Descubrió su talento en la hojalatería, luego de abandonar sus estudios por un accidente que lo dejó inválido. Se llenó de valor cuando le pidieron fabricar su primera cruz de pasión para la capilla de San Jacinto.
“Haciendo cruces y mecheros llegué a Ayacucho en 1968”, cuenta para un documental del Instituto Nacional de Cultura, este ayacuchano padre de siete hijos, quien aprendió a hablar español, leyendo los periódicos.
Fue así como logró preparar cincuenta centímetros de lata labrada con remaches y símbolos cristianos que ataviaban la cima de los techos de los templos. Las familias ayacuchanas acostumbran colocar sobre sus casas una cruz, y fue así como se especializa en cruces. Convertía las latas de manteca, y alcohol en cruces como lo hacía su tío Tomás Choque, aplaudido por sus paisanos sus trabajos son reconocidos por peruanos y extranjeros.
La herencia artesanal está a buen recaudo. En Ayacucho las cruces representan el fervor del pueblo. Existen en diversidad de tamaños, formas y diseños, cada artesano plasma sus vivencias y costumbres en ella. “La cruz de la pasión de Cristo”, y la “cruz de camino” son algunas creaciones de la familia Araujo.
Huanta y Huancayo conocieron de su arte. El maestro hojalatero de oficio logró mantener su apogeo en 1978 cuando su fábrica producía más de 300 baldes todos de calaminas. Ahora son sus hijos todos profesionales han logrado constituir una asociación de artesanos en hojalatería Eslabón – Araujo, de esta forma sus productos siguen compitiendo.
A sus 73 años Araujo ha logrado mantener una empresa familiar, desde donde crea una nueva forma de producción de hojalatería colorida.
El arte de la hojalatería representa la tradición artesanal de Ayacucho, que tuvo su apogeo en los años 80 y 90. Aunque actualmente este arte está en extinción solo hay un maestro hojalatero que sobrevive con su arte en medio de esta globalizada sociedad. Ruraqmaki (hecho a mano) es la expresión de un pueblo que intenta permanecer con su arte.
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