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Una oración contra las obsesiones y las dependencias

“La vida está llena de cosas bellas pero a veces no sabemos gozarlas”, sostiene Víctor Manuel Fernández, teólogo argentino cercano al Papa Francisco. El arzobispo, rector de la Universidad Católica Argentina, traza un camino de libertad para volver el encuentro con Dios una fuente de alegría. Cecilia desea emprender este camino con sus lectores, porque a través de la música se puedan encontrar elementos de meditación y de crecimiento espiritual.

¿Qué hacer para aprender a liberarse de las preocupaciones?

Deberíamos preguntarnos cuál es la obsesión interior, inventada por nosotros mismos, que está causando esa insatisfacción que nos engaña.

Si no nos despojamos de las cosas fugaces nos exponemos a una gran infelicidad.

Admitir con claridad que algunas cosas me provocan tristeza porque no son mías, porque no las poseo, porque no puedo aferrarlas.

Reconozco que la vida se sostiene sobretodo con los pequeños placeres que tengo entre las manos. Hacer una lista de estos posibles placeres cotidianos, y dar gracias a Dios por ellos.

Finalmente, Cecilia te propone la oración de Víctor Manuel Fernández contra las obsesiones y dependencias junto al tema de la comunidad de Taizé, Nada te turbe”.

“Dios mío, tú eres el importante. Tú, el infinito, que todo lo sostienes con tu gran poder. Si tú te apartaras de mí, yo me esfumaría como el vapor.

Creo en ti, espero en ti, te amo. Sólo tú mereces la adoración del corazón humano y sólo ante ti debo postrarme. Sólo tú eres el Señor, glorioso, con una hermosura que ni siquiera se puede imaginar.

Por eso Señor, no permitas que yo adore cualquier cosa como si fuera un dios, porque ningún ser y nada de este mundo vale tanto.

Enséñame a descubrir mi dignidad, porque soy infinitamente amado por ti, para que no me arrastre detrás de cosas de este mundo ni me convierta en esclavo de posesiones ni de afectos. No permitas que las obsesiones me quiten la alegría.

Sana mis sentimientos de insatisfacción para que alcance una verdadera libertad interior. Enséñame a gozar de las cosas buenas sin necesidad de poseerlas o de aferrarme a ellas.

Te reconozco a ti como mi único dueño, el único Señor de mi vida. No permitas que pierda la serenidad cuando algo se acabe; no dejes que me llene de angustias por temor a perder algo.

Sólo abandonándome a ti podré sanar mis angustias, sabiendo que nada es absoluto. Solo Tú.

Señor mío, dame un corazón humilde y libre, que no esté atado a las vanidades, reconocimientos, aplausos. Dame un corazón simple que sea capaz de darlo todo, pero dejándote a ti la gloria y el honor.

Derrama en mí tu gracia para que pueda vivir desprendido de los frutos de mis esfuerzos, para que en mi trabajo busque sobre todo tu gloria, sin obsesionarme esperando determinados resultados.

Dame ese desprendimiento Señor, libérame del orgullo, para que pueda trabajar intensamente, pero con la santa paz y la inmensa felicidad de un corazón desprendido.

Te entrego todos mis deseos, todos mis sueños, todas mis necesidades. Colma mi interior insatisfecho como tú quieras. Ya no quiero empecinarme en lograr la felicidad a mi modo y prefiero confiar en tu amor, que me dará lo que necesito de la manera mas conveniente.

Te entrego Señor, todo lo que tengo y todo lo que estoy viviendo. Te doy gracias por lo que me estás regalando y lo disfruto con gozo. Te lo entrego todo para que acabe cuando tenga que acabar.

Y te proclamo a ti, como único Señor y dueño de todas mis cosas, de todo lo que vivo, de todo lo que soy y de todo mi futuro. Me darás la felicidad que necesito porque confío en tu Amor.

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