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Pedro Muñoz Seca, el dramaturgo y humorista español camino de los altares

Pedro Muñoz Seca fue fusilado el 28 de noviembre de 1936, en la persecución religiosa española. Murió, como tantos otros, por ser monárquico y católico, durante los fusilamientos que tuvieron lugar en Paracuellos del Jarama.

Ahora, acaba de conocerse la apertura de su causa de canonización, junto con otros 43 mártires que murieron en parecidas circunstacias.

Muñoz Seca fue uno de los grandes dramaturgos de su época. Su teatro ha hecho reír a muchas generaciones de españoles e incluso, su sentido del humor lo conservó hasta momentos antes de su muerte. “Me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades”, les diría al pelotón de fusilamiento.

Su gran obra, la más reconocida es “La Venganza de don Mendo”, pero pocos conocen sus vicisitudes y su martirio. Pedro Muñoz Seca estaba casado y era padre de nueve hijos. Apresado durante una gira teatral en Barcelona,  fue encerrado en la cárcel de San Antón, en Madrid, al poco de estallar la guerra.

Allí intentó infundir entre sus compañeros el bueno humor de sus obras teatrales, como Trampa y cartón (1912) o El roble de la Jarosa (1915). Posiblemente fue su sátira y crítica la que le llevó al martirio. Dos obras suyas le pusieron en el disparadero: En la OCA (Libre Asociación de Obreros Cansados y Aburridos) hizo una caricatura del comunismo y el igualitarismo y en “Anacleto se divorcia”, hizo una sátira de la ley del divorcio (1932) recién promulgada. La República no se lo perdonó nunca.

Al ser arrestado y trasladado como a un animal, Muñoz Seca les diría a sus captores: “Podréis quitarme la cartera, podréis quitarme las monedas que llevo encima, podréis quitarme el reloj de mi muñeca y las llaves que llevo en el bolsillo, podéis quitarme hasta la vida; sólo hay una cosa que no podréis quitarme, por mucho empeño que pongáis: el miedo que tengo”.

Un fragmento de la famosa “Venganza de Don Mendo”, en la versión protagonizada por Fernando Fernán Gómez

Finalmente y antes de morir, Antonio Muñoz Seca dejaría otra gran sátira con un marcado sentimiento de fe. Le diría a sus asesinos: “Me equivoqué al ingresar en la prisión de Madrid y deciros lo que os dije; sois tan hábiles que me habéis quitado hasta el miedo”.

Ese miedo lo había perdido unos días antes, cuando pidió al director de la prisión ver a un cura: “¡Nos matan, nos matan! Búsqueme un sacerdote”. Se confesó  y escribió una carta a su mujer que demuestra su serenidad: “Cuando recibas esta carta estaré fuera de Madrid. Voy resignado y contento. Dios sobre todo. Voy muy tranquilo sabiendo que tú siempre serás el ángel bueno de todos. El mío lo has sido siempre, y si Dios tiene dispuesto que no volvamos a vernos mi último pensamiento será siempre para ti […]. PD: Como comprenderás, voy muy bien preparado y limpio de culpas”.

Junto a Muñoz Seca, otros 43 mártires figuran en la causa de beatificación que comienza: 14 sacerdotes diocesanos, 14 religiosos –ocho agustinos, cinco maristas y una clarisa– y 15 laicos. En Alfa y Omega puedes conocer algunas de su impactantes historias. 

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