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Papa Francisco: Dios, loco de amor por nosotros, llora porque somos infieles

El “amor loco de Dios por su pueblo” y nuestra infidelidad. El corazón de la homilía del Papa se mueve en torno a estos dos polos. Un drama que hace llorar a Jesús ante Jerusalén porque no ha reconocido el tiempo en el que ha sido visitada por Dios.

Jesús llora por Jerusalén. La homilía del Papa parte de esta imagen que explica el motivo. Jesús llora porque recuerda la historia de “su pueblo”. Por una parte esta el amor de Dios “sin medida” y por la otra “la respuesta del pueblo egoísta, desconfiado, adúltero, idólatra”. Un “amor loco de Dios por su pueblo”, dice Francisco, “parecería una blasfemia pero no lo es”. Jesús, de hecho, recuerda las citas de los profetas, como Oseas y Jeremías, cuando expresan el amor de Dios por Israel. Siempre en el Evangelio de hoy Jesús lamenta también: “porque no has reconocido el tiempo de la visita”.

“Y esto que provoca dolor en el corazón de Jesús, esta historia de infidelidad, esta historia de no reconocer las caricias de Dios, el amor de Dios, de un Dios enamorado que te busca, que trata de que seas feliz. Jesús vio en ese momento qué le esperaba como Hijo. Y lloró… “porque este pueblo no ha reconocido el tiempo de la visita”.

“Este drama no solo pasa en este momento y termina con Jesús. Es el drama de todos los días. Es también mi drama. Cada uno de nosotros puede decir: ¿Sé reconocer el tiempo en el que he sido visitado? ¿Me visita Dios?”.
El Papa destaca que antes de ayer la Liturgia nos hacía reflexionar sobre tres momentos de la visita de Dios: para corregir, para entrar en conversación con nosotros y para invitarse a nuestra casa”.

Cuando Dios quiere corregir, invita a cambiar de vida. Cuando quiere hablar con nosotros dice; “Estoy a la puerta y llamo. ¡Ábreme!”. Y a Zaqueo para invitarse a su casa, le invita a descender. Francisco nos pide que nos preguntemos como está nuestro corazón, “que hagamos un examen de conciencia, que nos preguntemos si “sabemos escuchar las palabras de Jesús”, cuando llama a “mi puerta” y dice: “corrígete”. Todos nosotros corremos ese riesgo.

“Cada uno de nosotros puede caer en el mismo pecado que el pueblo de Israel, en el mismo pecado que Jerusalén: no reconocer el tiempo en el que somos visitados. Y todos lo días el Señor nos visita, todos los días llama a nuestra puerta. Tenemos que aprender a reconocer esto, para no terminar en esa situación tan dolorosa: ‘Cuánto más le amaba, cuánto más le llamaba, más se alejaba de mí’. ‘Yo estoy seguro de mis cosas. Voy a Misa, estoy seguro…’. ¿Haces todos los días examen de conciencia sobre esto? ¿Hoy el Señor me ha visitado? ¿He sentido su invitación, cualquier inspiración a seguirle más de cerca, para hacer una obra de caridad, para rezar un poco más? No lo sé, hay muchas cosas con las que el Señor nos invita todos los días para encontrarse con nosotros”.

Para el Papa es fundamental reconocer “el momento de la visita” de Jesús para abrirnos a su amor.
“Jesús no llora solo por Jerusalén sino por todos nosotros. Y da su vida para que reconozcamos su visita. San Agustín decía una palabra, una frase muy fuerte: ‘Tengo miedo de Dios, de Jesús, cuando pasa. ¿Por qué? Tengo miedo de no reconocerlo”. Si no estás atento a tu corazón, nunca sabrás si Jesús te está visitando o no. Que el Señor nos dé a todos la gracia de reconocer el tiempo en el que fuimos visitados, somos visitados y seremos visitados, para abrirle la puerta a Jesús y hacer que nuestro corazón se amplíe en el amor y sirva en el amor al Señor Jesús”.

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