“¿La corrupción? Es blasfemia, pero la civilización del dios dinero caerá”
Será derrotada, se derrumbará. La mundanidad que seduce, quel leva a corromper y a corromperse por el bienestar y por el dinero, no vencerá. La civilización de la corrupción, que es una blasfemia, caerá. Reflexionando sobre la Lectura del día del Apocalipsis, Papa Francisco usó palabras “apocalípticas” en la homilía matutina de hoy, 24 de noviembre de 2016, durante la misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, según indicó la Radio Vaticana.
En el pasaje evangélico se habla de tres voces. La primera: el grito del ángel «Ha caído Babilonia», la atractiva ciudad «que sembraba la corrupción en los corazones de la gente» y que nos conduce «a todos nosotros por la vía de la corrupción».
Con respecto a la corrupción, sobre la que Francisco se ha pronunciado en diferentes ocasiones durante su Pontificado, hoy afirmó: «Es la manera de vivir en la blasfemia, la corrupción es una forma de blasfemia».
Y después denunció: «El lenguaje de esta Babilonia, de esta mundanidad, es blasfemia», porque «no hay Dios: está el dios dinero, el dios bienestar, el dios explotación».
La mundanidad seduce, fascina, pero perderá a final de cuentas: «Esta caerá, esta civilización caerá», y, de hecho, «el grito del ángel es un grito de victoria: “Ha caído”, ha caído esta que engañaba con sus seducciones. Y el imperio de la vanidad, del orgullo, caerá, como cayó Satanás, caerá».
El ángel expresa la alegría por la caída de «esta civilización corrupta» , a la que se suma el grito de la gente que alaba al Señor: «Salvación, gloria y potencia son de nuestro Dios». Papa Bergoglio la definió como «la voz poderosa de la adoración, de la adoración del pueblo de Dios que se salva y también del pueblo en camino, que todavía está en la tierra. El pueblo de Dios –subrayó–, pecador pero no corrupto: pecador que sabe pedir perdón, pecador que busca la salvación de Jesucristo».
La muchedumbre festeja cuando advierte el fin de la civilización corrupta, y la alegría de la victoria se convierte en adoración.
Es así que debe ser: no se puede quedar solo con el primer grito del ángel, si no está «esta voz potente de la adoración de Dios». Pero, reconoció el obispo de Roma, para los cristianos «no es fácil adorar». Francisco reveló: «Somos buenos cuando rezamos pidiendo algo», pero, por el contrario, la oración de alabanza «no es fácil». Sin embargo, hay que aprenderla y acostumbrarse a recitarla, exhortó el Papa: «Debemos aprenderla desde ahora, para no aprenderla de prisa cuando lleguemos allá», advirtió subrayando la belleza de la oración de alabanza, frente al tabernáculo. Se trata de una invocación que afirma simplemente: «Tú eres Dios. Yo soy un pobre hijo amado por ti».
Después de los dos gritos, llega un susurro: el del ángel, que afirma: «¡Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero!». La invitación de Dios, pues, no solo es un grito, una consigna, sino una «voz suave». El Pontífice resaltó esta forma en la que se expresa directamente al corazón de las personas con delicadeza: la voz «de Dios cuando habla al corazón es así: como un hilo de silencio sonoro». Y en esta participación a las «bodas del cordero» consistirá, al final, «nuestra salvación», precisó el Papa. La parábola de Jesús ilustra que los que pudieron entrar al banquete son los que eran «buenos y malos, ciegos, sordos, cojos, todos nosotros los pecadores pero con la humildad suficiente para decir: “Soy un pecador y Dios me salvará”». Y, si tenemos esto en el corazón, «Él nos invitará», aseguró Bergoglio, y se podrá escuchar esta «voz susurrada» que dejará entrar al banquete eterno.
El Evangelio termina «con esta voz: “Cuando comiencen a suceder estas cosas (o sea la destrucción de la soberbia, de la vanidad, todo esto), vuelve a alzarte y levanta la cabeza, la liberación está cerca”, es decir te están invitando a las bodas del Cordero».
Entonces, para concluir, Francisco invocó a Dios para que «nos dé esta gracia de esperar esa voz, de perpararnos para escuchar esta voz: “Ven, ven, ven siervo fiel (pecador pero fiel), ven, ven al banquete de tu Señor”».
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