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América, etc.: 5 películas para pensar sobre estas elecciones presidenciales

Vivimos en sociedades de expectativas imposibles, juicios implacables y mierda psíquica sin fin. DAVID FOSTER WALLACE

Hubo un tiempo en que la televisión no aceptaba cualquier imagen. Una campaña presidencial, por ejemplo, podía decidirse durante la aparición de los candidatos en un programa. Un gesto mal estudiado bastaba para inclinar la balanza en un sentido o en otro. Richard Nixon lo sabía. En uno de los debates que mantuvo con John Fitzgerald Kennedy en 1960, la fiebre le hizo sudar tanto como para destruir la confianza de los votantes indecisos y perder las elecciones. Por eso en adelante se convirtió en uno de los políticos mejor asesorados para que en sus apariciones públicas diese siempre buena impresión.

Una canción insistía en que “no hay ningún negocio comparable con el negocio del espectáculo”. Los encargados de escenificar la arena política seguramente están de acuerdo. Y ahora que Estados Unidos se enfrenta a unas nuevas elecciones presidenciales, vale la pena ver cómo sitúa el cine este tipo de circo en el que -parafraseando a Gene Hackman en La noche se mueve (Night Moves, 1975, Arthur Penn)- «nadie gana, es sólo que unos pierden más que otros».

Michael Moore in Trumpland (2016, Michael Moore)[i]: Casi todas las películas dirigidas durante una campaña electoral no sobreviven a la coyuntura que las ve nacer y se olvidan aprisa. Obedecen a las leyes de la inmediatez, recuerdan un par de datos obvios o bien atacan o glorifican a un candidato sin ningún tipo de sutileza, como ésta. Para su director, lo importante es que el show no pare nunca, que queden claras las malas formas de ciertos políticos, su estupidez y su arrogancia, y la libertad de los electores si desean ridiculizarlos. Al final, sin embargo, los mecanismos manipuladores de este tipo de cine son tan obvios, ramplones y populistas que difícilmente cambian la intención de voto de quienes puedan verse ridiculizados por apoyar a Donald Trump, cuya imagen vale por mil palabras.

Clinton Cash (2016, M. A, Taylor)[ii]: En Estados Unidos todo el mundo puede dormir con la conciencia tranquila hasta que llega el período de elecciones, porque entonces cualquier asunto relacionado con uno de los candidatos merece el escrutinio que hasta entonces no tuvo. Aquí se investigan las extrañas alianzas financieras del matrimonio Clinton desde que él abandonó la Casa Blanca, aparentemente sin un céntimo en el bolsillo, hasta ahora, cuando su patrimonio sobrepasa los 150 millones de dólares. ¿Dónde estaban Wikileaks o Snowden mientras la pareja de políticos hacía las Américas? ¿Y la CIA o el FBI? Por no hablar de Hacienda, los fiscales del Estado o la policía. Seguramente durmiendo, pero es hora de que despierten y procuren prestar atención a este documental que no llegó a estrenarse en los cines pero que más de tres millones de personas han visto de forma gratuita a través de Internet.

El político (All the King’s Men, 1949, Robert Rossen)[iii]: Si alguien quiere saber de dónde salen ciertos candidatos políticos, debería fijarse en Willie Stark (Broderick Crawford), un hombre casado, honesto y abstemio al que la política convierte en un pequeño monstruo, producto de la Gran Depresión de los años treinta, un periodo de un gran descontento social.

El mensajero del miedo (The Manchurian Candidate, 1962, John Frankenheimer)[iv]: Las guerras de Estados Unidos, los lavados de cerebro, el control mental o los atentados contra políticos son los temas que recorren esta obra maestra, y hasta cierto punto la arena política en tiempo de elecciones.

Swing Vote (2008, Joshua Michael Stern)[v]: ¿Somos nosotros, con nuestros hábitos vitales, con nuestro sonambulismo, los que damos forma a los dirigentes que luego gobiernan nuestros países? Esta película con Kevin Costner sugiere que sí.

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