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Uno de cada cinco jóvenes latinoamericanos, de 15 a 29 años, ni estudia ni trabaja

Si bien es cierto que de 1998 a 2008 América Latina vivió una época de desarrollo económico envidiable –la clase media creció de 21 a 35 por ciento de la población de la región–, también lo es que de 2008 a la fecha son los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo los que han cosechado los frutos amargos de la desaceleración y de la crisis de la caída del precio del petróleo y de las materias primas en su conjunto.

En este momento que se celebra la XXV Cumbre Iberoamericana en la ciudad de Cartagena de Indias (Colombia), los jefes de Estado y de Gobierno ahí reunidos, además de darle un espaldarazo monumental al proceso de paz en Colombia y mostrar una preocupación entre genuina y disfrazada por el futuro de Venezuela.

También han tenido que analizar un dato fundamental (pues con ello la región pierde el famoso “bono demográfico” que la habría despegado de otras regiones): uno de cada cinco jóvenes latinoamericanos, de 15 a 29 años, ni estudia ni trabaja.  Dicho de otra manera; 32 millones de jóvenes están oscilando entre la desesperación y el conformismo.

Los datos que los mandatarios iberoamericanos poseen son los del informe “Perspectivas económicas de América Latina” llevado a cabo, como cada año, por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE).   En ese informe se muestra que 64 de cada cien jóvenes latinoamericanos viven en hogares pobres y vulnerables.

El freno de la expansión latinoamericana ha llegado a ser una recesión. 2014 y 2015 vieron una caída muy fuerte del Producto Interno Bruto de la región, lo cual no ocurría desde la llamada década perdida, la década de 1980 a 1990.  Hoy son los jóvenes los que pagan las consecuencias de la desaceleración de la economía global.

Latinoamérica posee una gran ventaja desperdiciada sobre, por ejemplo, Europa o a Estados Unidos: una cuarta parte del total de su población tiene entre 15 y 29 años.  Pero los bajos niveles educativos, la falta de empleo digno, la corrupción y el hacinamiento en “cinturones de miseria” alrededor de las grandes capitales han hecho que esa ventaja esté a punto de perderse.

El año de  2015 fue un año tremendo para América Latina: siete millones de personas cayeron de nuevo en la pobreza, para llegar a 175 millones de pobres, 29,2 por ciento de la población, y otras 25 o 30 millones de personas están en riesgo de caer en la pobreza este 2016, con lo que todos los logros alcanzados a principios del siglo XXI se han venido para abajo.

Y ese fenómeno pega en los jóvenes de manera directa y en la democracia, de manera indirecta, aunque real.  Así lo destaca el informe de la OCDE: “La profunda desconexión entre sus expectativas y demandas y la realidad está alimentando la insatisfacción social y debilitando la confianza en las instituciones democráticas. El resultado es que solo uno de cada tres jóvenes confía en los procesos electorales en América Latina y el Caribe”.

Jóvenes de hogares pobres abandonan rápido la escuela.  Y forman un círculo vicioso, pues no tienen trabajo, por lo que se emplean en negocios subterráneos o por desgracia, en actividades ilícitas.  Son “ninis”, término coloquial acuñado para describir esta nueva realidad.

“A la edad de 15 años, casi el 70 por ciento de los jóvenes de hogares pobres está cursando estudios, mientras que a la edad de 29, tres de cada 10 son NEET (ninis),otros cuatro trabajan en el sector informal, solo dos trabajan en el sector formal y uno es estudiante trabajador o estudiante”, explica el estudio de la OCDE.

¿Lo tendrán en cuenta los mandatarios de la región reunidos en Cartagena una vez que retornen a sus realidades nacionales?  Probablemente no.  Pero de que algún día el tema continental va a explotar si no se pone un remedio multilateral, de eso nadie tiene duda.  Para eso deberían servir las “cumbres”.  Lamentablemente, casi siempre son un paseo de egos.

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