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La existencia de la raza humana pendiente de un hilo

Hidrógeno, helio y pequeñas cantidades de otros elementos químicos ligeros se desarrollaron pocos minutos después del Big Bang. Luego, debido a la inestabilidad gravitacional, emergieron estrellas, galaxias y grupos de galaxias. Con el tiempo, se desarrollaron dentro de las estrellas unas temperaturas apropiadamente altas que facilitaron una síntesis de elementos químicos fundamentales, entre ellos el carbono.

“Para que se desarrolle una evolución biológica, necesitamos química orgánica, es decir, la química de los compuestos del carbono. Para que surgiera el carbono, debió quemarse combustible nuclear durante varias generaciones de estrellas. Al final de su ciclo vital, explotaron estrellas gigantes y contaminaron el espacio exterior con su ‘ceniza’. Las cenizas y los gases vertidos conformaron la siguiente generación de estrellas, que contendrían carbono. Una de dichas estrellas fue el pivote de nuestro sistema planetario y el ser humano nació en uno de sus planetas, el que conocemos como la Tierra”, explica el cosmólogo y sacerdote Michał Heller en su libro Rozmowy o człowieku. Wywiady z ekspertami [Conversaciones sobre el ser humano. Entrevistas con expertos].

Sin embargo, este erudito no sostiene que entráramos en el mundo “por casualidad”.

Según señala, la “literatura cosmológica usa el término ‘afinamiento’ para hacer referencia a la sutil y precisa ‘resonancia’ entre el Universo y nosotros.

Si la velocidad del Big Bang hubiera sido tan sólo ligeramente diferente, no habría surgido la vida. Una desviación de la velocidad del Big Bang del orden de un mero 10(-55) (uno dividido entre uno seguido de 55 ceros) hubiera impedido que el ser humano llegara a vivir.

Si los enlaces nucleares fueran ligeramente más fuertes de lo que son en realidad, todo el hidrógeno hubiera sido incinerado en el Big Bang y el helio habría ocupado su lugar. Esto habría supuesto el final de la consiguiente evolución química.

Si, por el contrario, los débiles enlaces nucleares fueran ligeramente más débiles de lo que son, los neutrones no habrían sido capaces de desintegrarse en protones, lo cual habría destruido las fuentes de hidrógeno original y habría bloqueado la evolución química”, explica el padre Heller.

Las teorías cosmológicas y astrofísicas contemporáneas indican que para que las estrellas fueran “contaminadas” con una cantidad adecuada de carbono indispensable para la aparición de la vida en el universo expansivo, necesitamos un periodo de 1040 unidades naturales de tiempo (una unidad natural de tiempo es el periodo de tiempo que tarda la luz en cubrir la distancia del diámetro del núcleo atómico).

Antes de esta fecha la vida era incapaz de surgir, puesto que no había suficiente cantidad de carbono. La vida después de esta fecha tampoco será posible, puesto que las estrellas consumirán sus fuentes de combustible nuclear y no serán capaces de suministrar el calor esencial para la vida.

En la historia del universo hay únicamente un periodo de tiempo relativamente estrecho en el que la vida puede desarrollarse.

Todo esto es como si, gracias a cierta extrañísima confluencia de parámetros físicos, hubiéramos conseguido sostener un alfiler sobre su punta.

Y lo cierto es que existimos y nos desarrollamos, lo que significa que el alfiler sigue de pie sobre su afiladísima punta.


Por Monika Florek-Mostowska, publicista, teóloga, coopera con Radio Warszawa y la Fundación Misionera Palotina Salvatti.pl.

Este texto fue publicado originalmente en la edición polaca de Aleteia en: http://pl.aleteia.org/2016/06/22/o-maly-wlos-by-nas-nie-bylo-2/

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